ESCRITURA DE ENTRAÑA

INGRID SOLANA

 

Algunas notas sobre Minotauromaquia [crónica de un desencuentro] de Tita Valencia

 

“La vida es, en efecto, el día terrestre de los seres contingentes y de la materia,
pero la muerte es la noche de la iluminación,
la evanescencia de las formas ilusorias,
la unión del alma y del amado, la comunión con el Ser absoluto.”

 

Denis de Rougemont. Amor y Occidente.

 

 

Minotauromaquia… es ese libro con forma de hacha que, según Kafka, rompe el mar helado que llevamos dentro. Es una novela, ensayo, confesión, diario, poema en prosa, caja de sorpresas, gabinete de emociones furtivas, poesía, poema, epístola, palabra en vilo, escritura de entraña; el lenguaje volcado en la seducción dolorosa pero, al mismo tiempo, gozosa de decirse, de ser escuchada y de exorcizarse. El lenguaje de este texto es mirada y filo, veneno y cura (phármakon), laberinto de posibilidades. Con una voz femenina en un centro de infinitos anclajes, nos entrega un reflejo que no saldrá indemne de la lectura; seremos golpeadas, raspadas y, al tiempo, nos fascinaremos ante su ritmo y su noche. Para describir los sentidos serán necesarias numerosas lecturas; es un texto inagotable, profundo, radical.

Como los grandes libros sobre viajes, Minotauromaquia nos sumerge en un sinfín de atmósferas. Dividido en capítulos breves, cuyos títulos y epígrafes nos permiten entrever numerosas claves de lectura, el viaje tiene que ver con un laberinto: un espacio onírico que, aunque se enmarque en lugares concretos como París, Palenque, una habitación o un teatro, los trasciende para insertarse en reflexiones poéticas y filosóficas sobre el amor, la vida y el arte. En todos los sitios, el desencuentro habita con su poesía nostálgica; Orfeo no rescata a Eurídice, pero la voz de ella resuena en el juego infinito que jamás apresa al minotauro, ¿quién es el monstruo? ¿Ese amado que es, más bien, la fuerza que impulsa el motor de la poesía? ¿O la voz femenina, protagonista del desamparo, que arrastra su duelo entre las páginas para convertirlo en música? “Maestro de confabulaciones, dime: ¿quién es la/el prisionero? ¿La piedra angular de la catedral que la encierra, o la catedral que deposita en ella el extenuante secreto de su arquitectura? Di, muerto entrañable, pequeño minotauro mío testarudo, tiernísimo: ¿estás preso en mi laberinto —cueva femenina llovida de estalactitas carmesíes— o soy yo tu presa.” (p. 118)

Cada fragmento es un poema en prosa, pero, sobre todo, un universo musical. El registro es múltiple y complejo y percibimos sus ecos latentes en el conocimiento del personaje: “La música me había prometido formas perfectas. Era el alambique que sustrae la esencia inmortal de la vida con la doble sabiduría de conservarla, sí, pero no como un objeto que el uso corriente degrada, sino en el tabernáculo intemporal — siempre perdido y siempre recuperable, eterno y efímero–, en la cifra criptográfica de ese lenguaje que a pocos les es dado resucitar.” (p. 67)

Uno de los grandes hallazgos de Minotauromaquia… es el enfrentamiento con un universo simbólico en el que el amor es observado desde ángulos singulares. Uno de ellos es el de la mística que aparece explícitamente en el capítulo XI titulado “De mística: el libro de Eva”: “¿Matamos lo que más amamos? O simplemente, ¿amamos solo aquello que matamos?” (p. 91) Frente al cuerpo demandante, al desamor y al desencuentro, emergen los asuntos que signan la vida: el encuentro con lo divino, la iluminación profana, la ascensión a través de la carne. En múltiples pasajes, el desencuentro amoroso es una manera de ingresar en un conocimiento fundamental que tiene raíces en los laberintos íntimos del ser, precisamente, donde habita lo sagrado.

Dice María Zambrano en La confesión: género literario que la confesión obliga al lector a mirar dentro de sí porque realiza la verdad de otro. Si, a su vez, la novela, como afirma Julieta Campos en Función de la novela, consiste en una forma de conocimiento que ensancha la realidad, Minotauromaquia es el cruce discursivo de una verdad de entraña que inaugura una realidad nueva: la de la mirada que trasciende su propia decepción para convertirse en la anunciación de una nueva mujer henchida de saber gracias a la poesía: “Hoy sé que naceré de mí misma; hoy sé que naceré otra vez. El viento se levanta: hay que intentar vivir.” (p. 186) Así termina el texto.

La reflexión sobre la condición de la mujer contemporánea es descarnada pues cuestiona los fundamentos del “amor romántico” que son una doblegación; la de las mujeres presas de un ideal. La mujer que evoca Valencia es libre, poderosa; su lenguaje cimbra. ¿Quiénes somos en el juego de la minotauromaquia? ¿Es momento de convertirnos en cazadoras de secretos para aprender a amar el error, el perdón, la gracia de ser la nada? La hermosa novela de Nerval, Aurelia, tiene un correlato con Minotauromaquia…, pero aquí, la mujer expande una realidad fulgurante, la de su verdad viva y encarnada.

BIBLIOGRAFÍA

VALENCIA, TITA. Minotauromaquia [Crónica de un desencuentro]. Introducción de Claudina Domingo. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2020.

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Ingrid Solana (Oaxaca, 1980), escritora y doctora en Letras por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Autora del libro Barrio Verbo (2014). Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del FONCA y profesora en la UNAM en la licenciatura en Letras Hispánicas.