Huberto Batis. Una historia en 100 imágenes

"Uno es lo que es. Nada más".

 

Por Leopoldo Lezama

 

Refugiado en su casa de Tlalpan, Huberto Batis pasó sus últimos años entre periódicos, libros y visitas de amigos. No obstante, uno de los editores mexicanos más importantes aún tenía mucho que decir en torno a su brillante trayectoria. Huberto Batis fue testigo de la evolución de la literatura mexicana desde los años cincuenta, cuando llegó a la Ciudad de México con tentativas académicas y literarias: el Centro Mexicano de Escritores, el Colegio de México y la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional. El recorrido de Batis alcanzó muchas de las instituciones y casas editoriales fundamentales en la vida cultural del país: el Instituto Nacional de Bellas Artes, el Fondo de Cultura Económica, la Imprenta universitaria; de igual forma es esencial su trabajo en revistas y suplementos culturales: Revista Mexicana de Literatura, Cuadernos del Viento, El Heraldo, El Universal y sobre todo, Sábado, suplemento cultural del diario Uno más uno que dirigió, y que impulsó a muchas de las mejores plumas de las letras mexicanas de hoy en día. La memoria de Batis alcanza a los maestros de los años cuarenta y cincuenta: Alfonso Reyes, Agustín Yáñez, Julio Torri, Luis Cernuda, Luis Rius, María del Carmen Millán; pero también el fecundo medio siglo y las generaciones más jóvenes: Juan José Arreola, Juan Rulfo, Octavio Paz, Juan García Ponce, Juan Vicente Melo, José Emilio Pacheco, José de la Colina, Inés Arredondo, Carlos Monsiváis, Esther Seligson, los escritores de la Onda. También fue fundamental los casi sesenta años que impartió clases en la Facultad de Filosofía y Letras, donde formó innumerables generaciones de docentes, críticos literarios y editores de revistas. En diciembre del año 2015, en el contexto del homenaje nacional que le organizó el Instituto Nacional de Bellas Artes, pasamos muchas horas en la guarida de Huberto Batis, de la cual salió una de las entrevistas más vastas que ha dado el famoso editor mexicano. 

 

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“Qué bueno que llegaron., ya me estaba desesperando. ¡Ahí estás perfecto! Hoy vamos a hablar hasta que el cuerpo aguante”.

 

“¿Sabías que hoy vienen los de Bellas Artes a entrevistarme? ¡Quieren hacerme un homenaje nacional!”.

 

“En este país cuando te homenajean es porque ya vas a chupar faros”.

 

“Entonces no se hagan ilusiones. Yo todavía tengo mucha pila”.

 

“¿Un homenaje? ¡Háganme el favor! ¡Pero si no saben nada de mí!”.

 

“La gente se espantaría de todas las cosas que he hecho”.

 

“¡He hecho cosas espantosas!”

 

“¡Hasta yo mismo me espanto!”

 

“¡Algo bueno se tiene que hablar de mí en el futuro!”

 

“Que la gente diga: Huberto Batis fue un santo”.

 

“Bueno, bueno…. Si, soy yo. Sí, sí estoy en casa. De lo contrario, quién les contestaría. ¿Un robot llamado Batis? ¿No, verdad? Suban por favor. Hagamos esto rápido. Estas cosas me ponen muy inquieto”.

 

“Ya están aquí. ¡Ya me chingué! Voy a tener que hablar”.

 

“Voy a tener que exagerar en todo para que mi vida suene interesante”.

 

“Pásenle, si, ahí la cámara está perfecto. Yo aquí me quedo. No puedo moverme mucho”.

 

“¿Qué van a hacerme? ¡Qué chingados es eso!”

 

“¡Ah, es el micrófono! Uno, dos, tres, probando. Soy Huberto Batis y me gustan los dulces de coco”.

 

“¿Pero qué voy a decir que no sea alguna cosa terrible?”

 

“¡Ultimadamente ustedes lo pidieron! ¡Ahora se aguantan!”

 

“Pues ahí les voy. ¡La última entrevista de Huberto Batis!”

 

Una hora después…

 

“Creo que salió de maravilla. Un extraordinario testimonio para la historia”.

 

“¡Hasta los hice llorar! ¡Soy un chingón! Bueno, muchas gracias. ¿Esto lo transmitirán el día del homenaje verdad?”

 

“¡Qué alivio! Ya con la cámara fuera de aquí ahora sí puedo contar mi historia!. A ti, porque eres mi alumno y eres de la Facultad de Filosofía y Letras.”

 

“Por principio, mira ese libro de ahí. Me incluyen como uno de los intelectuales importantes de México. Pero yo no sé qué cosa es un intelectual ni para qué diablos sirve. Un intelectual no sirve para nada.”

 

“Pienso que mi mayor aporte es en el área hemerográfica. Es decir, la literatura que se publica en revistas y suplementos culturales”.

 

“Siempre me interesó hacer revistas. Soy esencialmente un lector de revistas y suplementos culturales, porque en México los libros son muy caros, y si haces una buena labor hemerográfica puedes llevar la cultura al gran público”.

 

 

“Mi biografía la he ido contando en varios libros, por ejemplo en éste: 25 años del suplemento sábado, de Uno más uno, que es una de las mejores síntesis de mi vida.”

 

“Mira mis padres. Mi padre, Agustín Batis, era médico y un hombre culto, que además de ejercer la ciencia tocaba el piano y el violín. Mi madre, María Luisa Martínez, era pedagoga y una mujer de inteligencia excepcional. Mi casa estaba llena de libros, los estantes tapizaban las paredes y desde muy niño me gustaba aprenderme centenares de títulos de libros. Esa era mi diversión”.

 

 

“Yo nací en 1934, en Guadalajara; mi niñez estuvo rodeada de arte y de ciencia. Y mírame acá abajo, de seminarista en el Internado de San Cayetano, en el Estado de México, donde estuve cinco años. De puro milagro no fui padrecito.”

 

“Aunque no parezca fui muy devoto”.

 

“¡Quería yo ser santo! ¡San Huberto el Decoroso”

 

 

“Luego, gracias a la intermediación de Agustín Yáñez, me recibieron en la Universidad Nacional, que acababa de abrir sus instalaciones de Ciudad Universitaria. También me ayudó mucho Alfonso Reyes, con cartas de recomendación para el Colegio de México y el Centro Mexicano de Escritores.”

 

 

Mira, mi primera clase en la Facultad de Filosofía y Letras. Esto fue en 1959, y después me quedé con la clase de Agustín Yáñez cuando se fue de Secretario de Educación. En total cumplí 56 años dando clases”.

 

 

“También di clases de literatura mexicana para extranjeros gracias a Antonio Castro Leal, que era el director de los cursos de verano. En esos tiempos tuve grandes maestros como María del Carmen Millán, Sergio Fernández, Antonio Alatorre, Julio Torri, Luis Rius y Luis Cernuda, un gran poeta, pero un hombre prácticamente inaccesible”.

 

“Y mira aquí mi primera esposa, Estela Muñoz Reinier. Éramos muy jóvenes aún.”

 

 

“Yo llegué huérfano a la Ciudad de México, de modo que mi familia fueron mis amigos y maestros: Hernán Lavín Cerda, Guadalupe Carrión, Rosalba Fernández, Pepita Ramos,  José Carlos Valdés, Teresa Grobois, Paloma de Lille, Margo Glantz, Ana María Maqueo, Esther Araúz, Antonio España, Luis Mario Schneider, Juan Coronado, Héctor Valdés y muchos más”.

 

“Mi amiga Pixie Hopkin, gran actriz con quien yo me reventé mucho”.

 

“Los años sesenta fueron épocas gruesas, de muchos reventones con Juan Vicente Melo y Juan García Ponce. Pero yo era muy espantado con las drogas.”

 

“Como dijo Ginsberg: vi muchos talentos de mi generación irse al carajo con la drogas.”

 

“Y hubo muchos suicidios, como el de la extraordinaria actriz Pina Pellicer, muy amiga mía. También se suicidaron los hijos de dos prominentes maestros: el crítico de cine Emilio García Riera y el profesor emérito Eduardo García Maynez. Fueron años en que nos tomábamos muy en serio la cuestión del existencialismo”.

 

“Luego vino el gran movimiento estudiantil de 1968. Y todos vivimos la represión. Yo era parte del Comité Editorial de los Juegos Olímpicos, y desde mi oficina presencié la marcha del 2 de agosto convocada por el rector Barros Sierra para repudiar la represión en Ciudad Universitaria. Esa marcha no la olvidaré nunca en mi vida”.

 

“En el movimiento estudiantil participó otro notable escritor con quien yo coincidí en el Comité Editorial: José Revueltas, quien le hablaba a los estudiantes con extraordinarias parábolas. Ha sido el único escritor cuyo cuerpo lo llevaron a la Facultad de Filosofía y Letras”.

 

“Fueron épocas álgidas, de muchos conflictos políticos. A Juan Vicente Melo lo corrieron de su puesto de director de la Casa del Lago acusado de homosexual y asesino, imagínate. En solidaridad muchos renunciamos a nuestros cargos en la universidad. Era un ambiente de total opresión”.

 

“Con Inés Arredondo tuve una relación de loca pasión. Fue una narradora excepcional de la cual yo estuve perdidamente enamorado. Una de las mejores escritoras de la literatura mexicana”.

 

“Mira aquí, otro gran amigo de aquellos años, Juan José Gurrola. Era un genio de la dramaturgia. En la Casa del Lago montó obras de Pierre Klossowski. También hizo en cine Tajimara, basada en un famoso cuento de Juan García Ponce. Éramos los Juanes: García Ponce, Melo, Gurrola, y yo no era Juan pero igual me adoptaron”.

 

“Beatriz Espejo. Una gran tallerista como lo fue su maestro, Juan José Arreola”

 

“Aquí me están cargando Mercedes Benet y Guillermo Sheridan, a quien crié prácticamente. Luego se fue a Vuelta porque allá les pagaban más”

 

“Mis leales Gurrola y García Ponce.”

 

“Carlos Monsiváis, Vicente Leñero, Juan Vicente Melo… toda la Generación del Medio siglo. A todos los publiqué”.

 

“Y la gran Elena Garro, fabulosa narradora, quien se expresaba horrendamente de Octavio Paz. Yo le publicaba todas las cosas espantosas que escribía en contra del Nobel mexicano. Por eso Paz me detestaba”.

 

“¿Y de Octavio Paz? ¡Qué puedo yo decirte!

 

“Octavio Paz tenía en la mira a todo aquél que no estaba en su séquito. Entre Carlos Fuentes y él se escribían que tuvieran cuidado conmigo. Después la disputa fue pública: un paceano, Jaime García Terrés, escribió que estaba harto de los DeBates. ¿Qué entiendes tú? Se refería a los colaboradores de sábado, de Uno más uno. Mira a Paz, desde el patíbulo celestial, y auspiciado por Televisa, lanzándonos truenos a mí y a Fernando Benítez. Nosotros aparecemos como piratas porque publicamos un poema de Borges que recortamos del diario La Nación, por el que Vuelta ya había pagado. Pero nosotros lo publicamos primero mediante la famosa operación tijeras. Octavio Paz le exigió a Benítez una disculpa pública. Pero la verdad es que a nosotros todo esto nos daba risa”.

 

“A mí me siguen llegando libros a favor y en contra de Paz. Ahí uno de Christopher Domínguez; allá otro de un abogado que descubrió que Octavio Paz jamás estudió nada de nada. Sucede que sus turiferarios han protegido mucho su figura.”

 

“Pero conmigo y con Benítez la cosa era personal. Por todos lados iba Octavio Paz vociferando: ¡esos cabrones son unos editores piratas miserables!“.

 

“A mí una vez me dieron ganas de darle una madriza a 0ctavio Paz, cuando me enteré que cacheteó a mi maestro Juan Rulfo en casa de José Luis Martínez. ¿Pero qué crees que me dijo Benítez? No puedes pegarle. ¡Por qué no!, dije yo. Porque es muy guapo, me dijo Benítez”.

 

“Y yo dije: ¡es verdad! Octavio Paz usa unas corbatas azules que resaltan esos maravillosos ojos!”

 

“Mira aquí a Enrique Krauze leyendo sábado. ¡No podían evitarlo! Porque nosotros éramos la antítesis de Vuelta. No éramos puristas, y lo mismo podíamos publicar un texto muy elevado de Juan García Ponce o José Emilio Pacheco, que una crónica en un prostíbulo. La cultura no es alta ni baja. Es cultura. Ahí no hay altares”.

 

Sábado fue un suplemento importante durante más de dos décadas. Ahí dimos a conocer una buena cantidad de escritores que con el tiempo fueron un referente en la literatura mexicana: Ruy Sánchez, Fadanelli y Serna, por ejemplo. También publicamos acaloradas polémicas intelectuales entre personajes como Adolfo Gilly, Enrique Florescano, Jorge Aguilar Camín, Enrique Krauze y el propio Octavio Paz. Eran los años de las dictaduras latinoamericanas y el intervencionismo de Estados Unidos”.

 

“Tuve un equipo de primera; Roberto Vallarino, Patricia González, mi pareja. Y siempre tuve el apoyo de Juan García Ponce, mi gran amigo”.

 

“Mira mi cuadrilla de discípulos ejemplares: Alberto Ruy Sánchez, Javier Sicilia, Alberto Blanco, Pura López”.

 

“Pura López Colomé era la Jefa de redacción. Extraordinaria poeta. Y tuvimos extraordinarios colaboradores como Rocío Barrionuevo y su columna Eros, o el propio EKO que es un dibujante genial”.

 

“Mira aquí una caricatura de la redacción de sábado, todavía con Fernando Benítez a la cabeza”.

 

“Muchas veces yo era el fotógrafo. Y así me convertí en fotógrafo erótico en la sección de El Diván“.

 

“Cuando me dieron el premio Fernando Benítez en la FIL de Guadalajara. Ruy Sánchez un caballero, como siempre. Y Emmanuel Carballo se la pasó insultándome. ¡Paisano de Jalisco tenía que ser! En realidad nos dijimos cosas horribles uno al otro. Pero era el mejor crítico literario de México”.

 

“También publicamos mucha crítica de cine. Emilio García Riera, Jorge Ayala Blanco, Gustavo García, José de la Colina. Plumas de primera”.

 

“En el Uno más uno también tenía responsabilidad en las columnas de opinión y eso me trajo muchos problemas con personajes como los Salinas. Tremendos pleitos. Luego hubo una disidencia interna en el periódico. Carlos Payán, Carmen Lira y Miguel Ángel Granados Chapa se fueron para hacer La Jornada.  Así de grande era el Uno más uno“.

 

“A mí muchas veces me quisieron correr, pero yo siempre daba portazo en todas partes, como en este teatro en Durango, donde supuestamente habría una presentación y no había nada. Eso fue un escándalo en los periódicos locales. Aún soy persona non grata en Durango”.

 

“Cuando reflexiono sobre cuál fue mi papel en el periodismo cultural, pienso que jamás le cerré las puertas a ningún escritor. Todas las corrientes y todos los pensamientos tuvieron cabida”.

 

 

“Este medio está lleno de alacranes que se dedican a intercambiar favores. A todo el mundo le hacen la barba. Pero a mí no me gustaba eso porque entonces no podías decir lo que en realidad pensabas. Y eso que yo conviví con todas las mafias: Fernando Benítez, Octavio Paz, Luis Spota. Incluso fui amigo del antiguo padrino de todos: Alfonso Reyes”.

 

“¡Y vaya que yo me gané enemistades por decir siempre lo que pensaba! “

 

“Perdí muchas amistades. Pero se conservaron las que debían conservarse. En esta vida no tienes más de dos o tres amigos”.

 

“Demasiado tarde para sentir arrepentimiento”.

 

“Uno es lo que es. Nada más”

Cae la noche, pero Huberto Batis sigue muy vital…

 

 

“Maestro, se hace tarde, No queremos molestarlo… Pero si todavía no acabamos…”

 

“Espérame… Sí. Bueno. Huberto Batis no está… sí, se fue a Filipinas. A Filipinas, así es. No, no es una cantina. ¿Por qué?  Porque viene un gran ciclón a México y Huberto Batis está muy asustado. Sí, buenas noches”.

 

“Eran del Excélsior quién sabe para qué. Quizás para lo del homenaje nacional”.

 

“Entonces, pienso yo. La tarea hemerográfica tiene que seguir haciéndose. Porque los libros seguirán siendo caros y en esa medida hay una posibilidad para las publicaciones periódicas. Habrá que aprovechar ahora el mundo digital.”

 

“Claro, yo seguiré prefiriendo el libro y la revista impresa. No tiene comparación. La sorpresa de verse publicado. De sentir tu nombre impreso en una página”.

 

“Por ejemplo aquí. Un texto sobre el centenario de Julio Cortázar. Un gran escritor que un día fue a leer sus cuentos a la Facultad de Filosofía y Letras. También fue un intelectual muy influyente de la izquierda latinoamericana”.

 

“Míralo aquí con García Márquez. Con imágenes de Rogelio Cuéllar. Excelente fotógrafo”.

 

“Yo quisiera seguir tomando fotos pero ya estoy más ciego que la noche”.

 

“Y aquí está José Emilio Pacheco, otro buen amigo y un extraordinario poeta.”

 

“Y un ensayista lucidísimo, como pocos”.

 

“Con José Emilio Pacheco, Carlos Fuentes y José Carlos Valdés hice el primer número de Cuadernos del Viento en 1960. ¡Yo todavía era alumno de la Facultad de Filosofía”.

 

“Y mira, Gabriel García Márquez. Un gran novelista y un fenómeno editorial”.

 

“García Márquez es un escritor profundamente erótico. Yo recuerdo el episodio cuando José Arcadio Buendía y Úrsula, su prima, no pueden tener relaciones por el miedo a que sus hijos nacieran con cola de cochino. Entonces un hombre se burla de la castidad de José Arcadio y éste lo mata. Al llegar a su casa, José Arcadio Buendía posee a su mujer mientras en el pueblo están velando al hombre que horas antes había sido asesinado. Es una escena brutal. Y muy bella. Yo soy un ferviente devoto del erotismo en el arte y la literatura”.

 

“El erotismo como una explosión de la sensibilidad y una fuente para la creación artística”.

 

“Mis textos eróticos se recopilaron en un libro: Estética de lo obsceno, que es un compendio de textos, citas, ensayos, sobre los autores que han sido considerados no sólo eróticos sino pornográficos y sacrílegos: Anais Nin, Henry Miller, George Bataille, Alberto Moravia”.

 

“Se trata de derribar ese puritanismo que aún pervive al estudiar el arte”.

 

“Creo también, como Miller, que lo obsceno es un proceso de purificación. Purificar al pensamiento de tantas ataduras morales que empobrecen al arte”.

 

“Porque el erotismo y el arte, son transgresores. Liberadores.”

 

 

“Para la sección de  El Diván fotografiamos a muchas famosas: Edith González, Paty Manterola. Pero en especial yo recuerdo mucho a una modelo: Mónica Linarte, una diosa de la desinhibición”.

 

“A Mónica Linarte le tomé quizás un millar de fotografías”.

 

“Mónica Linarte un día amaneció muerta en su departamento de Polanco. A su amante lo acusaron de homicidio. Después se supo que había sido una sobredosis de droga. Ella fue la imagen erótica más icónica de sábado“.

 

“Ha sido una larga jornada, maestro… Pero si aún no he contado gran cosa…”.

 

“No puedes irte sin conocer mi Antoni Tápies”

 

 

“Es la pintura que resguarda mi sueño”.

 

“Maestro, autografíeme Lo que Cuadernos del Viento nos dejó

 

“Bueno, en realidad yo tengo un proceso. Hago garabatos más que autógrafos”.

 

“Y rayo mi propia figura… ¡Mira qué bien ha quedado!”

 

” ¿Otra vez! Sí… ¿bueno?”

 

“No, señorita, está equivocada. Aquí no vive, ni ha vivido nunca ningún Huberto Batis”.

 

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Fotografías de Leopoldo Lezama / INBA.

 

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Leopoldo Lezama.

 

 

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Leopoldo Lezama es editor y ensayista. Es autor de En busca de Pedro Páramo.