La filosofía es una acompañante de la vida

Fotografía. Ana Vértiz.

Entrevista con Guillermo Hurtado

Por Heriberto Mojica

Guillermo Hurtado es licenciado en Filosofía por la UNAM y Doctor en Filosofía por la Universidad de Oxford. Fue director fundador de la segunda época de la revista Diánoia (2000-2004) y actualmente forma parte de los comités editoriales de diversas revistas en México y el extranjero. En 2009 fundó, junto con Gabriel Vargas Lozano y José Alfredo Torres, el Observatorio Filosófico de México, colectivo que tiene como fin la defensa de la enseñanza adecuada de la filosofía en el sistema educativo mexicano. Es coordinador de OFM desde 2012. Entre sus publicaciones destacan: El búho y la serpiente. Ensayos sobre la filosofía en México en el siglo XX (UNAM, 2007), México sin sentido (Siglo XXI, 2011), La revolución creadora. Antonio Caso y José Vasconcelos en la Revolución mexicana (UNAM, 2016) y Dialéctica del naufragio (FCE, 2016).

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Desde que la asignatura de Filosofía en México, fundada por Samuel Ramos en 1941, comenzó a impartirse en la carrera de Filosofía de la Universidad Nacional, a no pocos les pareció escandalosa su inclusión en el plan de estudios. “¿Cuál filosofía en México?” “Si en México nunca hemos tenido filosofía”, cuestionaron sus críticos. “Este mismo estupor que manifestaron los contemporáneos de Ramos sigue sintiéndose hoy en las Facultad de Filosofía y Letras (de la UNAM), en donde en más de una ocasión se ha querido suprimir dicha asignatura”, afirma el filósofo mexicano Guillermo Hurtado en entrevista exclusiva para Máquina. “Entonces —continúa—, como vemos, la pregunta sobre ¿qué es la filosofía mexicana?, ¿cómo debería ser la filosofía mexicana?, ¿existe una filosofía mexicana además de una filosofía hecha en México? Todas estas cuestiones son actuales, relevantes e importantes”.

¿El filósofo que hace filosofía desde México debería buscar la forma de que se tome en cuenta la filosofía hecha en México, concentrarse en discusiones de carácter nacional?

Veamos la distinción entre filosofía en México y filosofía mexicana. La filosofía en México es una noción puramente descriptiva. Se refiere a la actividad filosófica que se realiza en el país. Un estudio de la filosofía en México lo que tendría que hacer es mencionar los filósofos que ha habido en México desde la colonia o desde antes —si es que aceptamos la tesis de León Portilla de que hubo filosofía en los pueblos originarios del territorio nacional—, tendría que hacer un bibliográfico, hemerográfico de la filosofía mexicana. Es un trabajo descriptivo.

La pregunta sobre la filosofía mexicana tiene otra característica. La cuestión sobre la filosofía en México me parece que es poco interesante. No es tan filosófica. Es más una cuestión de sociología del conocimiento o algo por el estilo. La pregunta sobre la filosofía mexicana tiene ya otro sesgo que debe considerarse desde lo que es la metafilosofía. En mi libro El búho y la serpiente, yo hice una distinción entre metafilosofía teórica y metafilosofía práctica. La metafilosofía teórica se plantea la pregunta de qué es y cómo debería ser la filosofía. La metafilosofía práctica se plantea esa pregunta en un contexto específico. De esa manera yo propuse que puede haber una metafilosofía práctica latinoamericana. Es decir, un área de la metafilosofía —en este caso práctica— que se ocupe de las cuestiones sobre qué es y cómo debería ser la filosofía en América Latina. El caso de México es un caso particular de esto.

Aquí lo que nos queremos preguntar es, ¿qué tendría que suceder para que pudiéramos hablar de una filosofía mexicana? Ha habido varias respuestas a esta pregunta. Una de ellas es que la filosofía mexicana se tendría que ocupar de México, de lo mexicano, de la identidad del mexicano, de la cultura mexicana. Es decir, para que una filosofía fuera propiamente mexicana tendría que tener al mexicano como objeto de estudio.

Desde este punto de vista, la filosofía de lo mexicano del grupo Hiperión —desarrollada por filósofos como Emilio Uranga, Leopoldo Zea, Jorge Portilla, Luis Villoro—, sería el paradigma de lo que podría ser una filosofía mexicana. Sin embargo, se ha respondido, y yo creo que con razón, que una filosofía mexicana no tiene que ocuparse exclusivamente de México. Lo que no significa de ninguna manera que no pueda ocuparse de México. Se dice con frecuencia que la filosofía no puede ocuparse de cuestiones particulares. Esto es una babosada, porque los grandes filósofos de la historia se han ocupado de cuestiones universales y particulares. Pensemos, por ejemplo, Hegel, su reflexión, su filosofía de la historia sobre el Estado alemán; o sea que querer prohibirle a la filosofía mexicana que se ocupe de México me parece una falta de miras muy grande y casi una actitud malinchista, podríamos decir.

Entonces, no es la filosofía mexicana, exclusivamente, un estudio de lo mexicano. Puede ser un estudio de cualquier cosa. La filosofía mexicana tiene derecho a ocuparse de cualquier tema entre el cielo y la tierra. Pero, entonces, qué es lo que la hace mexicana. Otra respuesta que se ha dado es que una filosofía mexicana, por comparación con lo que se conoce como filosofía inglesa o filosofía alemana, tendría que ser una filosofía en la que hubiera algunos filósofos centrales que marcaran una ruta peculiar u original. Pensemos, por ejemplo, en la filosofía inglesa, en la que se supone que los filósofos empiristas como John Locke, Berkeley y Hume, le dieron una orientación peculiar que la hace distinta, como si fuera una especie como de escuela de pensamiento, de estilo, o de tono. Lo que permite distinguir a un filósofo inglés de un filósofo francés. Casi como uno puede distinguir entre la comida inglesa y la comida francesa.

De nuevo también aquí se ha respondido que ésta no es una característica que tendríamos que considerar como necesaria para que pudiera haber una filosofía mexicana. En El búho y la serpiente, yo también planteo esa pregunta y lo que he defendido es que para que exista una filosofía mexicana se requieren dos cosas: Una es la existencia de una tradición de pensamiento, lo cual supone que tengamos una memoria del trabajo que se ha hecho en el pasado, lo cual requiere que haya un estudio serio y profesional de la historia del pensamiento mexicano.

Y lo segundo, es que exista una comunidad de discusión. Los filósofos mexicanos tienen que discutir con otros filósofos mexicanos. Tenemos que elegir temas que nos reúnan —o que nos separen— pero que sean los temas que nosotros los filósofos mexicanos elijamos como aquellos sobre los cuales nosotros vamos a hacer una discusión colectiva.

Tenemos que hacer a un lado esta costumbre perniciosa de los filósofos mexicanos de no leer filosofía mexicana, de no citar filosofía mexicana, de no construir una discusión. Entonces, tenemos dos características necesarias para tener una filosofía mexicana: el desarrollo de una tradición y el cultivo de una comunidad de discusión. Lo demás vendrá por añadidura.

¿Tenemos los elementos para construir una tradición filosófica y una comunidad de discusión? Por supuesto que la tenemos. La filosofía mexicana tiene la riqueza suficiente para realizar las dos tareas. No lo hacemos no porque no tengamos materia prima, sino porque no nos ha dado la gana hacerlo. Hemos estado —utilizaría yo el concepto marxista hegeliano—, hemos estado alienados. Nosotros mismos somos los responsables de que no exista una filosofía mexicana. Y al perpetuar los modos de producción intelectual que tenemos ahora y que hemos tenidos desde hace mucho tiempo, lo que estamos haciendo es suprimir las posibilidades para que exista esa filosofía mexicana. Por eso la pregunta por la filosofía mexicana se tiene que seguir planteando.

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Fotografía. Ana Vértiz.

 

Pedimos a Guillermo Hurtado que mencionara algunos filósofos actuales que estuvieran asumiendo esta tarea.

Yo diría que los mejores filósofos mexicanos se ocupan de eso. Te voy a señalar dos de ellos. Uno es Carlos Pereda y el otro es Mauricio Beuchot. Ambos se han ocupado directamente del tema de la filosofía mexicana: qué puede ser, qué es lo que se debe cambiar; los dos han estudiado la historia del pensamiento mexicano, y me parece que los dos son ejemplos de cómo se puede hacer una filosofía universal y al mismo tiempo una filosofía local, una filosofía que tiene los pies sobre la tierra; los dos son estilistas del idioma español, sus textos son inmediatamente reconocibles.

La defensa del español me parece también que es algo muy importante, el conocimiento de la historia y de la literatura, es decir, el sitio de la filosofía dentro de la tradición humanista, del espacio de las humanidades en México, también es fundamental.

Y me parece que ahí tenemos dos ejemplos de dos filósofos vivos y actuales que están en la cumbre de su pensamiento filosófico. Dos grandes ejemplos. No puedo dejar de mencionar a Luis Villoro —que falleció hace poco—, otro ejemplo extraordinario de un filósofo mexicano: el filósofo que no sólo domina la tradición filosófica occidental a todo lo largo y ancho, sino que también es un pensador interesado en México, interesado en los problemas nacionales con un compromiso político que mantuvo hasta el último día de su vida y un gran maestro, un maestro de la nación, es decir, un hombre que podía hablar con autoridad tanto intelectual y moral a todos los mexicanos.

¿Puedes decirnos cuál es la razón de ser del Observatorio filosófico?

Bueno, aquí hay que hacer un poco de memoria. En 2009, el gobierno de Felipe Calderón anunció la reforma integral de la educación a nivel medio superior y una consecuencia de esta reforma es que las asignaturas de filosofía iban a desaparecer del nivel bachillerato: todas. Ante esto, en la comunidad filosófica hubo varias reacciones. Algunos lo recibieron con estupor, con sorpresa, muchos con resignación; hubo algunos incluso que dijeron que qué bueno que se quitaban las materias de filosofía del bachillerato, porque como se daba tan mal la filosofía, era mejor que los alumnos no aprendieran mal la disciplina. Y bueno, también reaccionaron con indiferencia.

Pero un grupo de académicos nos reunimos para formar el Observatorio filosófico de México, los tres convocantes originarios fuimos el maestro Gabriel Vargas Lozano, José Alfredo Torres y yo. Y bueno, convocamos a un grupo de colegas de distintas asociaciones filosóficas profesionales en el país —como la AFM, la Academia Mexicana de Lógica, el Círculo Mexicanos de Profesores de Filosofía, entre otros— para ver cómo podíamos responder a esta medida.

La historia es larga y ha sido contada en muchas ocasiones pero logramos algo que muchos pensaban que era imposible: que el Estado mexicano se echara para atrás. Logramos en México lo que no se ha podido hacer en otros países. En España, y parece que va a pasar en otros países como Chile y como Colombia. Nos damos cuenta de que se trata de una tendencia global que pretende desplazar las humanidades de la educación oficial, de la educación media, para remplazarla con otro tipo de enseñanzas que tienen que ver con competencias que, se supone, son más importantes para el mundo actual, para el mercado de trabajo actual.

Se piensa que debería sacarse la filosofía de la educación media, que el lugar que ocupa la filosofía tendría que ser sustituido por otras actividades. Todo esto tiene que ver, me parece, con una peligrosísima tendencia de cambiar el modelo de la educación. Un modelo de formación por un modelo de instrucción. Más que formar individuos plenos, capaces de juzgar de manera autónoma acerca de los valores sociales, lo que se busca es formar individuos pasivos que acepten el status quo, con competencias que les permiten insertarse en el mundo del trabajo con facilidad.

Es decir, lo que se busca es que la escuela sea un centro de entrenamiento para el trabajo y no un espacio de formación humana. Y esto, me parece, es un síntoma más de la crisis de nuestra cultura, de la crisis de la civilización, y la defensa que hicimos de la filosofía me parece más allá de la búsqueda mezquina de preservar puestos de trabajo —como algunos lo consideraron—, es en realidad una defensa del ideal más alto de la educación.

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Fotografía. Ana Vértiz.

Pedimos a Hurtado que hablara de una posible relación entre todas estas tendencias y las políticas neoliberales globales. 

Sí, por supuesto. Tiene que ver con esta visión del mundo, y por lo tanto, de la educación que nos domina. Pero bueno, como ha mostrado la historia, la filosofía ha tenido muchos enemigos. El neoliberalismo no es el único. Ha habido otros. El totalitarismo soviético forzó a la juventud de esos países a estudiar una sola filosofía, una sola forma de pensamiento, a entrar en un cuadrado de ideas que iban en contra completamente de lo que debe ser la libertad de pensamiento que quiere la filosofía. Hay enemigos de la filosofía desde la izquierda, desde la derecha, desde arriba, desde abajo, desde donde tú quieras y siempre los ha habido. Podemos remontarnos hasta Sócrates. La democracia ateniense condenó a muerte a Sócrates.

¿Por qué crees que es importante la filosofía en cualquier programa educativo y desde qué nivel es importante adquirir la educación filosofía?

Deberíamos tener filosofía desde la educación preescolar y durante todo el proceso educativo en todas las áreas de la educación, en todas las disciplinas. De la misma manera en que debe haber algo de filosofía obligatoria en el bachillerato y en la secundaria y en la primaria, tendría que haberlo en la universidad para todas las carreras.

No tenemos por qué privar a los muchachos que estudian ingeniería, matemáticas o contaduría, de los privilegios de estudiar filosofía. Me parece muy injusto con ellos que no sigan estudiando filosofía. La filosofía es un acompañante de la vida, en todo momento. Hay preguntas filosóficas en la infancia, en la juventud, en la madurez y en la vejez. Van surgiendo distintas preguntas, y por lo mismo, el tener la opción de plantear de manera filosófica, con el antecedente de los grandes pensadores de la humanidad, las preguntas que uno se va haciendo a lo largo de la vida, podría incluso calificarse como un derecho: el derecho que tenemos los seres humanos de reflexionar de manera filosófica acerca de uno mismo y de la realidad entera.

La filosofía es un patrimonio de la humanidad, como el arte. Me parece excelente que haya museos gratuitos o de muy bajo costo, que ofrezcan a toda la población los grandes frutos de la creación artística. Qué extraordinario que haya niños que puedan ir a un museo y ver las grandes obras de la humanidad, y que adultos y ancianos puedan volver y estar ahí. Lo mismo sucede exactamente con la filosofía.

De la misma manera en la que es un derecho social que haya museos que ofrezcan a todos y cada uno de los ciudadanos el acceso al arte, también todos y cada uno de los ciudadanos tendrían que tener acceso a la filosofía. De otra manera, quienes sí van a estudiar filosofía —porque las preguntas filosóficas nunca se dejan de plantear— son solo aquellos privilegiados que tienen el acceso a una educación elevada.

Querer quitar la filosofía de la escuela obligatoria es generar una enorme desigualdad en la sociedad. Es como si —de nuevo, para utilizar la comparación con el arte— los únicos que pudieran tener educación artística fueran los niños ricos. Que se pensara que dar educación a los niños pobres fuera un desperdicio. Quitar la filosofía de la educación pública es algo equivalente, es pensar que esa gente no merece el estudio de la filosofía, que la filosofía es una disciplina de élites económicas o intelectuales.

En contra de esta concepción profundamente antidemocrática, el Observatorio filosófico de México levantó su voz y sigue atento hoy en día a cualquier intento que se haga de arrebatar ese derecho a la filosofía que tienen todos los mexicanos.

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Fotografía. Ana Vértiz.

 

¿Podría sobrevivir la filosofía sin las instituciones, sin el Estado?

Sí, claro. La filosofía va a sobrevivir siempre. Mientras haya seres humanos va haber filosofía. La filosofía no necesita de las instituciones, no necesita al Estado no necesita de las universidades, no necesita de las escuelas. La pregunta es: ¿Dado que existe el Estado, dado que existen las instituciones educativas, qué papel va a ocupar la filosofía en esas instituciones? Y ésta es una pregunta que va más allá de política educativa y política grupal. Tiene que ver con el sentido mismo de esas instituciones en una sociedad democrática.

Yo he desarrollado este argumento en mi libro México sin sentido, es un libro de 2011 publicado por siglo XXI, y yo ahí conecto la cuestión acerca de la enseñanza de la filosofía con el tema del desarrollo de la democracia. En una sociedad democrática, el Estado debe apoyar el desarrollo de la filosofía porque la filosofía, además de ser una práctica que enriquece la vida, también ofrece herramientas que permiten que la democracia sea mejor. En el nivel medio, por ejemplo, creo que la filosofía debe ocuparse de tres temas centrales: el de las razones, los valores y los ideales.

Queremos una sociedad democrática, que los ciudadanos sean capaces de dar y ofrecer razones, de discutir y de ponerse de acuerdo para el bien de la sociedad. Esas son las habilidades básicas que todos los ciudadanos de una democracia deben tener. Esa discusión debe estar orientada hacia ciertos valores individuales y sociales. No se trata nada más de discutir para ganar sino de discutir para llegar al bien común.

El primer tema se vería en una asignatura de lógica. El segundo tema, el de los valores, en una asignatura de ética. Tenemos que ser capaces de reflexionar de manera crítica acerca de qué es el bien, qué es la justicia. En toda democracia los ciudadanos tienen que tener esa competencia básica, que es la de poder ser capaces de preguntarse acerca de esos valores.

Y tercero, es el de los ideales. Toda sociedad tiene ideales que busca realizar con el paso del tiempo. De esto también se ocupa la filosofía. Una democracia carente de ideales, que esté obsesionada con el interés propio, con los problemas de intereses de grupo, con el presente, es una democracia condenada al fracaso. Los ideales es lo que permite que la democracia tenga una visión de futuro, tenga un horizonte mayor. Y para eso la filosofía también es muy importante.

Nos quejamos de que la democracia está mal pero qué hemos hecho para fortalecerla. La educación es fundamental para un proyecto democrático. La paideia de la que hablaba Werner Jaeger, estos ideales de la cultura, son los que deben inspirar la democracia. De otra manera se vuelve en un vulgar mercadeo y en una cuestión numérica de votos y de influencias. Eso no es democracia.

¿Personalmente, por qué decidiste estudiar filosofía?

Hay muchas razones por las que decidí estudiar filosofía pero una de esas fue por rebeldía. Había algo que a mí me hacía enojar cuando era muy joven y era el principio de autoridad que pasa por encima de las razones. Desde niño pensé que lo que debía predominar en una discusión no era la fuerza sino la verdad. Lo que veía a mi alrededor era que lo que imperaba era la fuerza y no la verdad. Entonces, una de las razones por las que yo quise estudiar filosofía fue para descubrir de qué manera la verdad podía imperar y no la violencia.

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