Little Richard, el profeta del fuego

Little Richard. Grabado de Fernando Lezama.

Por Leopoldo Lezama

La vida de Richard Wayne Penniman, mundialmente conocido como Little Richard, no fue fácil. Nacido en Macon, Georgia, en 1932, su niñez estuvo marcada por las constantes golpizas que su padre le propinaba debido a su orientación homosexual (al pequeño Penniman le gustaba vestirse con los vestidos de su madre). Amante del exhibicionismo, formó un grupo de Gospel junto a sus hermanas para cantar en la iglesia de su pueblo: The Penniman Singers. En alguna ocasión, el cura sorprendió al jovencito cantando poseído por un ritmo y unos gemidos demasiado voluptuosos para la música religiosa.

Penniman vivió esos años con una gran culpa, pensando que era el diablo el que lo empujaba a hacer esos movimientos tan inapropiados para un cristiano devoto. Por fortuna, el dueño de un vodevil de mala muerte, “Sugarfoot Sam”, lo escuchó en un estacionamiento mientras Penniman tomaba su descanso en su jornada de lavaplatos, y lo invitó a trabajar de cantante travesti en su tugurio. Penniman no podía sentirse más feliz. Así comenzó la carrera de uno de los más grandes revolucionarios de la música y la cultura de los últimos tiempos. Del teatro vodevil a los bares de blues y soul, transcurrieron los primeros años de la carrera de Penniman, quien para 1951 ya había grabado varios sencillos con RCA Records sin mucho éxito.

Fundó su propio grupo, The Upsetters, pero no fue hasta 1955 cuando llegó la fama con su inmortal “Tutti Frutti”, uno de los emblemas del Rock, y con lo cual le devolvía con guante rosa a su padre todas sus agresiones (“Tutti Frutti” es uno de los grandes himnos gays, cuya letra original tuvo que ser cambiada cualquier cantidad de veces para no ser censurada). A partir de entonces vino la época de oro para Little Richard (quien tomó el apodo que le decía su madre de pequeño) con éxitos que alcanzaron los primeros lugares en las listas de EU y Gran Bretaña; el año 1956 fue en especial fecundo: “Long Tall Sally”, “Slipin and Slidin”. “Rip it Up, Ready Teddy” y “Lucille”, pieza base para muchos géneros futuros. Al año siguiente, Little Richard grabó tres nuevos éxitos: “Jenny Jenny”, “Keep A-Knockin’” y “Good Golly, Miss Molly”, con lo cual su leyenda estaba prácticamente terminada. Parte medular del repertorio del Rock clásico lo había escrito él. Las décadas siguientes las pasó entre giras interpretando sus éxitos, escándalos de drogas y sexo, labores evangélicas y nuevos discos con poca fortuna. El profeta del fuego estaba consumado.

Sin embargo, la deuda con Little Richard es inmensa. Su estilo histriónico y desinhibido es un hito en los movimientos de liberación sexual de las décadas siguientes. Little Richard fue el primero en dar gritos y mover las caderas frente a las cámaras, y esto para la historia de la cultura de masas es un punto crucial. El erotismo corporal explícito como parte de un espectáculo musical ya está en Little Richard, antes que en figuras icónicas como Elvis Presley y Mick Jagger. Little Richard se vistió de mallones luminosos y se delineó los ojos mucho antes que David Bowie, Freddie Mercury o Prince. Su aporte como provocador erótico en la cultura de masas es esencial. Además, toda esta plasticidad romántica de los años cincuenta colmada de amantes en asientos traseros de autos Cadillac y jóvenes cachondeando en fiestas de graduación, se deben en mucho al espíritu de sus canciones.

Su increíble registro vocal tiene un antecedente: Sister Rosetta Tharpe, a quien idolatró. También están presentes Fats Domino y las cantantes de Soul de la época. Aunque comparten un estilo parecido, Little Richard es un poco anterior a James Brown, quien ha confesado que su colega fue el primero en llevar el sonido del funk al Rock and roll. La fascinante voz rasposa, aguda y potente del “arquitecto del rock”, es el origen de muchas otras que dieron vida al Rock and roll: Robert Plant, Janis Joplin, Roger Daltrey, Tina Turner, John Fogerty, Johnny Winter y en décadas recientes Axl Rose, Cyndi Lauper, Steven Tyler, entre muchos otros. Little Richard también es el claro antecedente de otro ícono de la música popular: Michael Jackson. Varios gigantes lo han aceptado como su maestro, entre ellos Paul McCartney, quien aprendió sus vocalizaciones, y Elvis Presley, quien dijo del cantante sureño: “él es el mejor”. Recientemente, Bob Dylan, ante la muerte de Richard declaró: “El suyo fue el espíritu original que me movió a hacer todo lo que haría”.

Little Richard cuenta con demasiadas historias propias de una leyenda del rock. En 1962, un grupo británico llamado The Beatles fue su telonero en una gira de “regreso” en Europa, luego de haberse retirado por “designio divino” al avistar una bola de fuego en el cielo, que resultó ser el lanzamiento del primer satélite artificial Sputnik. En 1963 lo contrataron para salvar una gira en desgracia de otro grupo que apenas comenzaba: The Rolling Stones. Pocos saben que su grupo The Upsetters fue semillero de algunos músicos célebres como el organista Billy Preston, y un joven guitarrista, que debido a su espectacularidad y virtuosismo, compitió con su maestro, teniendo que abandonar el grupo: Jimi Hendrix.

Las contradicciones y excesos no fueron ajenos a su vida: de predicador a travesti, de adicto a la cocaína a héroe altruista en diversos desastres como el huracán Katrina. En 1972 fue amenazado a punta de pistola por su amigo Larry Williams (autor de clásicos como “Bony Moronie”) al reclamarle una deuda de drogas; y cosas del destino, Little Richard no pudo asistir a la inauguración del Rock and Roll Hall of Fame en 1986 (recinto que lleva el nombre de un género del que fue fundador), debido a que poco antes deshizo su auto al chocar con una cabina telefónica. Para la posteridad quedará que en una presentación suya en el Royal Theatre de Baltimore, en 1956, se vieron por primera vez volar sobre el escenario la ropa interior de las mujeres.

La fama le queda pequeña a un hombre del tamaño de Little Richard. La inmortalidad es apenas un merecido tributo. Él es el verdadero maestro del Rock and roll. Con él muere un iniciador, un revolucionario del espíritu.

Ha muerto Little Richard. Entre sus propias llamaradas lúbricas se ha consumido el Profeta del fuego.

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Leopoldo Lezama es editor y ensayista, egresado de la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Autor de En busca de Pedro Páramo (2019).