Richard Stern al español

Las hijas de otros hombres

Por Pável Granados

 

Vista desde cierta óptica, la novela no es más que una de las ramas de la ciencia de la conducta animal. En el inmenso árbol de las especies, nuestros comportamientos apenas se distinguen del de los insectos. Alfonso Reyes cuenta que cada día, al regresar a su casa en Rio de Janeiro, veía una cucaracha parada en el mismo lugar, en la puerta de entrada. Todas las mañanas veo en mi cocina volar la misma mosca. De ahí que parezca que el autor de este libro, profesor de la Universidad de Chicago, Richard Stern (1928-2013) trace su historia de amor entre numerosas referencias al mundo natural y de las fuerzas de la naturaleza que explican claramente la rueda de la vida.

Desde otro punto de vista –más superficial– pareciera una obra curiosamente similar al famoso libro de Vladimir Nabokov, el amor de un profesor maduro por una joven estudiante. Pero en ese sentido, este libro es más convencional, nada de la malicia de una Lolita y de su impenetrable y aparente inocencia. En estas páginas la pasión no destruye la estabilidad íntima de su protagonista. Por el contrario, el doctor Robert Merriwether, luego de enamorarse de la joven Cynthia Ryder, tiene la angustia de que este amor tire el edificio de su reputación, de la confianza familiar (es casado y con hijos). Conocer el amor, su fuerza irrebatible, es muy sencillo. Qué lástima que sea un conocimiento intransferible.

El protagonista de esta historia se lo representa con gran claridad científica. Tan fácil que sería explicarle a su esposa la repentina pasión por una joven estudiante, hay toneladas de estudios al respecto, sobre las enzimas, las hormonas, los implacables llamados de la naturaleza. Date cuenta del gran motor que es el aire, pone en funcionamiento las moscas, las ranas, los grillos y los pájaros cantores. En la maquinaria del mundo hay antenas, mandíbulas, élitros, tentáculos, los cuales vibran, zumban, muerden, succionan, danzan… ah, y nuestros eficaces (eficaces para nosotros) brazos, labios, pieles. No es que los animales no tomen sus decisiones, es que se tomaron hace millones de años, de ahí que, en su cuaderno, el profesor Merriwether escriba: “La mente de los insectos es su acción”. Desafortunadamente, no es algo que le resulte claro a la esposa del protagonista, y mucho menos a su abogado, pero el aspecto legal de esta historia es algo que queda un poco al margen de la narración.

Antes, quiero decir: antiguamente, teníamos una idea más plácida de la naturaleza, en que los vientos mecían un paisaje plácido, en que las aves cantaban agradecidas un orden natural perfecto. Este mundo biológico de hoy tiene leyes glandulares y hormonales más complejas y ciegas. Sería tan bueno amar de acuerdo a ellas, sin embargo es también sumamente difícil. En este contexto, el amor parece una pequeña barca que navega sobre un mar de enzimas, glándulas, tripas, hormonas, que lo sostienen pero no lo explican. De acuerdo con todo lo que acabo de escribir, Richard Stern pareciera un estudioso metido de lleno en el mundo académico. Lo era, y de hecho fue amigo de Jorge Luis Borges, a quien le hizo una larga entrevista en 1966, la cual desafortunadamente no se ha publicado en español.

BIBILIOGRAFÍA

Richard Stern. Las hijas de otros hombres / Other Men’s Daughters (1973), tr. Laura Salas. Madrid, Siruela, 2019.

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Pável Granados

Es ensayista, curador y musicólogo. Actualmente es director de la Fonoteca Nacional.