Tony Scott, burgués suicida

Patricia Arquette y Christian Slater en True Romance (1993).

Luis F. Gallardo

Para Débora.

Te extrañamos. Espero hayas encontrado el sentido y la paz que buscabas.

En el Episodio 20 de la quinta temporada de House M.D., una de las series mejor escritas en la historia de la televisión, el doctor Lawrence Kutner (Kal Penn), personaje bastante entrañable para los seguidores de la serie, se suicida. El suicidio del Dr. Kutner parece en principio inverosímil, pues su perfil es el de un hombre optimista, alegre, sencillo. House (Hugh Laurie), sorprendido por el suicidio de su discípulo, se obsesiona con la investigación de las posibles causas. El capítulo termina con House hombre de inteligencia extraordinaria―, frustrado en medio del departamento de Kutner, sin haber encontrado ninguna respuesta.

Esto mismo pasó con el caso del director de cine Tony Scott, quien un 19 de agosto del 2012 saltó al vacío desde el Puente Vincent Thomas, en el distrito de Los Ángeles, California. Aunque dejó una nota en su oficina, al parecer esta no aclaraba nada. Tony se había recuperado de un cáncer (la familia ha mantenido toda la información del caso casi en total hermetismo), no padecía en ese momento ninguna enfermedad terminal, sus series de televisión eran muy exitosas, mantenía una bella relación con su esposa e hijos y con su hermano Ridley Scott, también director de cine, aunque más célebre y mucho más venerado. En fin, que podemos ponerle una balada soft romance a la vida idílica de Tony Scott.

Y, sin embargo, subió por un puente y se lanzó al agua.

Tony Scott era un director de churros, pero uno muy eficiente. Sus películas siempre fueron trancazos de taquilla y el espectador promedio las comentaba. Baste decir que yo estaba en primero de secundaria cuando Top Gun (1986) se estrenó y mis compañeros de clase no pararon de hablar de ella por semanas. Esa película lanzó al estrellato a Tom Cruise, quien después sólo tuvo proyectos interesantes y ha interpretado también innumerable cantidad de churros. Su gran éxito influyó, obviamente, en el videoclip de la canción “La incondicional”, de Luis Miguel. A los críticos y cinéfilos snobs les da mucho coraje que películas basura sean tan relevantes culturalmente, pero así es y ni modo. Es tan mala la película que no aguanta una nueva revisión, pero marcó época. Supongo que eso es una constante de la cultura pop de cualquier tiempo.

La ópera prima de Tony Scott es una película de culto: The Hunger (1983), un producto típicamente ochentero y mucho más interesante que su obra posterior; tenía en roles protagónicos a David Bowie y a Chaterine Denueve, y nos alucinaba principalmente porque inicia con un número musical de Bauhaus, donde aparecía Peter Murphy en su rol Vampyr, y estos grupos góticos fueron muy importantes para mi generación y el movimiento Dark en los noventa en México. Si algo tenía Tony Scott era la sensibilidad pop del momento.

Catherine Deneuve y David Bowie en The Hunger (1983).
Catherine Deneuve y David Bowie en The Hunger (1983).

Y tenía algo que Hollywood valora más que ninguna otra cosa en el mundo en un director de cine: el toque de taquilla. Churros infumables, sí, pero la mayoría de sus películas fueron éxitos rotundos.

La segunda película interesante de Scott fue True Romance (1993). Según los chismes de la época, que no he podido confirmar en la investigación hemerográfica actual (la historia que se cuenta actualmente es más romántica y menos verosímil), hubo un desmadre jurídico entre el Estudio, Tony y el guionista, un desconocido Quentin Tarantino. Tarantino vendió los derechos del guión a precio de ganga, en un momento en que tenía hambre y era un don nadie sin ningún prestigio. Un buen guión en el que ya está cifrado todo el estilo de Tarantino. Como les digo, Tony tenía el pulso pop, tenía el olfato de la época y sabía para dónde soplaba el viento de la moda audiovisual.

No obstante, el guión era atípico y el estudio comenzó a dar largas al proyecto, pese a que Tony Scott trató de ajustarlo a un formato más tradicional (lo que Tarantino criticó acremente después). Entonces vino el inmenso éxito de crítica de Reservoir Dogs (1992), estrenada en el Festival de Sundance en 1992. Con dinero y prestigio, Tarantino trató de recuperar su guión, pero Tony no era estúpido, sabía lo que tenía en sus manos. Sin embargo, como suele ocurrir en estos casos, el Estudio se retiró para evitar un problema de demandas. Así que Tony decidió filmar el guión al estilo indie. Después de todo, Tarantino había triunfado en el mercado independiente.

Algunos de los mejores actores de Hollywood eran amigos de Tony por lo que logró reunir un elenco de lujo: Christian Slater, Patricia Arquette, Dennis Hopper, Val Kilmer, Gary Oldman, Brad Pitt, Christopher Walken, Samuel L. Jackson y James Gandolfini (actualmente un elenco así sólo se ve en películas de superhéroes). La película es muy divertida, y realmente muy refrescante frente a las fórmulas gringas y al mismo cine que Tony acostumbraba hacer, y tiene una escena espléndida donde luce plenamente la escritura de diálogos de Tarantino, un tête à tête entre Christopher Walken y Dennis Hopper.

Se estrenó en 1993, pero sin el respaldo del gran Estudio el éxito de la película fue moderado, en ese momento Tarantino sólo era apreciado en los círculos de cine elitista o de arte, como le llaman. Si Tony hubiera esperado un año a su estreno, le hubiera tocado la ola de Pulp Fiction (1994), que puso a Tarantino en los cuernos de la luna. Pero aún así, Tony se subió a la ola del éxito tarantinesco, tenía el toque.

Churrero o no, la trayectoria de Tony es la de un director y productor muy exitoso, quizá no hizo la gran obra plástica del cine, pero sí ganó millones de dólares con sus películas que vieron millones y millones de personas a lo largo y ancho del mundo; además era muy estimado en el medio cinematográfico. Junto a su hermano habían llevado una extraordinaria transición a la televisión donde estaban teniendo mucho éxito con el formato de series.

Pero al final de todos esos éxitos y una vida holgada, se lanzó de un puente.

Quizá a sus 68 años de edad, consagrado y sin problemas, simplemente Tony se había cansado de vivir. Hasta la buena vida cansa. Como diría el clásico, el discreto encanto de la burguesía… suicida.

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Egresado del CUEC, Luis Gallardo es profesor de cine, ensayista, guionista de televisión y crítico cinematográfico