Reflexiones poéticas

Nyoren Rezc, 2019

Yamil Rezc

Un poeta dorado

 

Somos lábiles a los excesos, ya sea de abundancia ya sea de carencia. Nos fugamos de lo concreto viviendo mundos más reales. La angustia nos erosiona, nos permite fluir con la naturaleza.

Me apego a la ciencia para evadir la infinitud de las alegorías de la naturaleza, me evaporo en los poros de la materia, y mi ser se funde en la nube electrónica del oxígeno acuoso.

Somos emociones que se disipan en el cosmos, creemos concebirnos como lo que ahora escribo, deseamos no ser más lo que pensamos que somos, y huimos con los seres cercanos que nos tocan: piedras, flores y rocas, madrugadas oscuras, cantos, gritos, colores que nos llaman, sustancias radiactivas, bacterias, golondrinas y holocaustos.

Nos creemos dioses, mendigos y ladrones, rockeros, filósofos y poderosos amantes del dinero, lloramos lo que padecemos y nos formamos con el tiempo un espíritu noble.

Leo a Gérard de Nerval, poeta romántico francés, el más romántico de los franceses, el más débil y el más fuerte, el que ama las almas de la naturaleza, el esquizofrénico, el atormentado poeta loco, ese decepcionado hombre-oscuro que sin temor escribe: “Hoy no volveré pues la noche será negra y blanca”. Y después la frialdad de una noche parisina es testigo de su ingrato suicidio.

Leyendo y pensando un poema de René Crevel 

 

¿Qué puedo decir del Poema de Crevel? ¿Qué imagen busco en mi inconsciente al tratar de inventarme la vida de René?

Joven escritor y poeta francés, que en su juventud ve ahorcado a su padre junto a la percha materna de su naturaleza.

Se vive entre suicidios y muertes en la morada fraterna que va marcando el perfume castrador de su camino. Se va alejando con el correr de los aconteceres y se cobija con la capa surrealista y el compromiso revolucionario.

¿Acaso la escritura automática del inconsciente libera el nivel entrópico de la subjetividad que nos subyace?

¿Acaso el lenguaje de mi consciente desdobla la carga emocional de sus palabras?

Intentar buscar un sentido a las palabras que provienen del océano oculto de sus emociones es una pretensión vanidosa de mi exterioridad mundana.

Las imágenes y las emociones se hibridan dándole al espacio-tiempo un discurso propio que rompe el esquema especulativo de los otros:

Shirin se sienta en la jardinera de la sala Kalium,

se contempla en la luna medioriental

cabalgando y casando fieras,

ama la luz del sol

y camina por el borde de mi oscuridad,

yo, la noche,

la invito a alinear la rejilla magnética del planeta,

y con sus ojos grandes de princesa

transgrede el espacio freudiano

y me invita a soñar en la Persia de su naturaleza.

Invento la vida, invento el mundo, invento el amor, la soledad, el abismo…

Imagino mi acidez delirante junto al río, imagino la voz musical del alma de René Crevel, que clama y reclama… reprocha, y se ahoga con el somnoliento gas butano de la noche estrellada.

Dejemos la soberbia al intentar interpretar el “sinsentido”, guardemos silencio e intentemos escuchar al mismo Crevel.