Suicide punk!

Dibujo de Raymond Pettibon

 

César Oliveros

Las cartas de suicidio casi siempre llevan una dedicatoria. Como si la persona que decide terminar con su vida no quisiera despedirse sino vengarse de alguien o de algo. Se castiga para castigarnos; se libera para que alguien más siga rodando la piedra y ésta regrese al mismo lugar. Wendy O. Williams (Nueva York, Estados Unidos, 1949-1998), vocalista de Plasmatics, se disparó en la cabeza y en la nota que dejó mencionaba que lo que la mayoría de la gente hace en este mundo no tiene ningún sentido y por eso tenemos el derecho a terminar con nuestras vidas, la autoaniquilación debería ser un derecho fundamental en sociedades que se jacten de ser libres.

El eco de generaciones desencantadas, deprimidas, abatidas y derrotadas se ha materializado en la música o movimiento punk desde mediados de los setenta. Una ola que de alguna forma buscaba venganza y cuestionaba tanto valores dominantes como ideologías impuestas. Al contrario de los hippies, el punk no buscaba paz sino guerra contra el sistema, no daban flores sino puñetazos. Pareciera que el punk se planteaba una forma necrófila de vivir. Darby Crash (Los Angeles, California, 1958-1980), vocalista de The Germs, una de las bandas pioneras del género, se suicidó con una sobredosis de heroína, paradójicamente su muerte fue eclipsada por la de John Lennon, un ícono hippie, que fue asesinado horas después. Se puede decir que en esencia el punk proponía quemar todo, si no ¿cómo podemos llegar a algo más? Si los cimientos están mal hechos difícilmente se puede construir algo mejor. La banda alemana Atari Teenage Riot, grita: “¡Burn Berlin Burn!”.

El filósofo argelino Albert Camus (Mondovi, Argelia, 1913-1960), en su ensayo El hombre rebelde, cuestiona los valores morales y la ideología hegemónica de su época, la posguerra. La obra es una defensa de la libertad individual y una revisión histórica de la emancipación y la rebeldía en movimiento. A su vez, propone la sublevación definitiva contra dioses y amos. Tal vez de manera fortuita o premeditada, la música y estética punk son una alegoría de la libertad individual, de la rebeldía, la negación y los intentos fallidos de buscar la igualdad. En un momento de su ensayo, Camus coloca al anarquismo por encima del marxismo. Sobra decir que el movimiento punk retoma, algunas veces más afortunadas que otras, la bandera de la A de los anarquistas.

Las prioridades de la sociedad son cada vez más viles, la desigualdad crece, vivimos en un mundo que naturaliza la violencia más visceral, estamos destruyendo el planeta; la publicidad, el marketing y el trabajo en exceso parecen ser los nuevos dioses. ¿Por qué no suicidarnos ante un escenario tan desolador y absurdo? ¿Por qué es mejor gritar y hacer música estruendosa? ¿Vale la pena seguir buscando ideales y confrontarlos con la realidad? La música punk es el síntoma de una sociedad carente de propósito. Para Camus, el suicidio no es la respuesta, quitarse la vida niega los problemas y no los resuelve, es preferible abrazar el absurdo y rebelarnos en contra de nuestra condena, crear el arte que refleje nuestra condición humana.

Siendo un tanto románticos, el punk también representa las ganas de morir justo en el momento del éxtasis. Una especie de idealización del suicidio: morir como un rock star. Busca una negación radical y un hedonismo vulgar sin una base teórica ni intelectual sólida. Una vida pueril e inofensiva. Un mundo en donde los punks sólo son un peligro para ellos mismos. Esta forma de vida resulta ad hoc para el sistema político actual.

Pero como cualquier movimiento social, el punk estaba y está en constante cambio. Hay colectivos que se han alejado de la futilidad de los inicios para pasar a las acciones directas. Algunos grupos con bandera punk hoy están sustituyendo los deberes del Estado: alimentan a gente de bajos recursos, promueven la cultura, rescatan animales de los laboratorios y de las calles; ocupan espacios para hacerlos centros de arte.

Tal vez esta sea la evolución del suicida. Acabar con todo para empezar de nuevo. No aceptar la realidad ni dar nada por hecho, negar el estado presente de las cosas y ser un hombre rebelde.

Hay una canción de la banda punk mexicana Síndrome que repite el mantra: “Hoy es el gran día, agarra tu chamarra, párate los pelos: Punk suicida, punk suicida, punk suicida, suicida punk…”.