En las fotos que sacamos están nuestras historias

La planta más linda del mundo.

Camila Álvarez

A lo largo de un año,  Camila Álvarez coordinó un taller de fotografía para las mujeres que se encuentran internadas en El Hospital J.T. Borda, el hospital psiquiátrico más grande de Argentina,  ubicado en la Ciudad de Buenos Aires. Las narraciones y fotografías que se presentan son parte del proceso de esta labor social.

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La fotografía transformada en una herramienta terapéutica, a través de la práctica sostenida, el aprendizaje, la producción propia, el proceso de cada una y en colectivo. Al fotografiar, estamos otorgando importancia a algo que nos resulta significativo y estamos indicando a los demás que presten atención a eso que quizás pasaría desapercibido.

Boceto para “La planta más linda del mundo”.

Fuimos abordando diversos temas: los lugares de pertenencia, objetos, paisajes interiores y exteriores, el retrato. Sobre todo el autorretrato, que espontáneamente avanzó y se convirtió en el más importante de todos los temas.

La fotografía se transformó en un espejo para mirarse a sí mismas, indagar, reconocerse en las imágenes. Solemos fotografiar cuando estamos felices (las celebraciones, los encuentros). En el taller están las imágenes de los días alegres, pero también están los días tristes, y lo valiente es que ellas eligieron fotografiar también en esos días, dejando testimonio de esos momentos.

En contacto con la nieve.
“La primera vez que pisé la nieve en Bariloche, estaba asustada porque mi papá me había dicho que era agua, y yo tenía miedo de hundirme”.

Algunas tardes evocamos los primeros recuerdos de la infancia, los sueños, los deseos, y luego hicimos aparecer el imaginario en las fotografías. Lo maravilloso es que la Fotografía no es sólo una huella de lo que allí sucedió: también permite crear realidades. Lo que no existe se puede (re)crear en una escena. Es el “como si” o el “dale que” de un cumpleaños infantil, de una clase de gimnasia localizada, del primer recuerdo de la infancia de una abuela regalando una medallita de San Benito, de las carreras en bicicleta, o los chapoteos en la pelopincho.


La marcha de los barbijos.
-Fragmento de la foto-
“La enfermedad no es sólo padecer: es energía en movimiento que quiere sanar”.

Entonces, lo que resulta benéfico no es sólo sacar fotos, sino también el hecho de que lo que “se representa” para la foto efectivamente tiene lugar. La escena es vivida por ellas desde la experiencia, y las imágenes de alguna manera vienen a atestiguar algo que deja de ser sólo un pensamiento, acontece y se materializa en una copia fotográfica.

La paloma come encerrada.

En una foto de una mujer escuchando música, no alcanza con poner un equipo de música, es necesario que suene. Y si no hay un adaptador para un enchufe de tres patas, entonces habrá que buscarlo o ingeniárselas para esconder el celular detrás del equipo para que salga música y pueda realizarse la fotografía… ¡de una mujer escuchando música!

Autorretrato.

Para ello, es preciso meterse en la escena: que estén los pastelitos, la colchoneta de gimnasia, poder imaginar juntas cómo mostrar unos pies en la nieve (de algodón), cómo caracterizarse como actriz de cine o convertirse en mujer ángel, que haya globos y vasitos de colores llenos hasta el tope de Mirinda naranja para una foto y para nuestro propio festejo de un día cualquiera.

Nos animamos a mirar del otro lado del espejo y aparece el país de las maravillas. Ese mundo hecho de bocetos, textos, collages y sobre todo de las fotos que sacaron. La cámara fue una varita, pero ellas hicieron magia.

“No la pierdas: éste es San Benito, el que protege de todos los males”.

Sé que se sintieron orgullosas autoras de sus fotos colgadas, viéndose por fin reflejadas en los espejos que ellas mismas crearon, contentas de poder contar sobre su trabajo a quien preguntaba.

Hay una foto que se llama “Emoción”, unas flores en la típica ventana del hospital que L hizo como un homenaje. Al fin pudo decir (a mí y a un par de personas) que al fotografiarlas conectó con un dolor muy grande por alguien que no está. Antes de la imagen no podía nombrar esa ausencia siquiera. Dijo que valió la pena el esfuerzo, porque a partir de esa imagen pudo recordar, escribir y cantar.

Luz y sombra / Enfocada.

Es probable que haya muchos otros homenajes. En las fotos de los recuerdos de la infancia seguro que los hay. Pero también en los autorretratos: desde el día en que les propuse como tema el Retrato, varias de ellas me dijeron “yo quiero hacer una foto de mí” y se dibujaron con nombre y apellido. De ahí en más, casi todo fue autorretrato. Aunque las fotos que están aquí sean las que no se ven las caras, ellas están en cada una. Como me dijo una de ellas al despedirnos la última clase: “En las fotos que sacamos están nuestras historias”.

Autorretrato.

Entre tanta banalidad fotografiada cotidianamente, la cámara en sus manos les permitió llegar a los lugares más profundos de sí mismas, conectando con emociones, con el inconsciente, los sueños, los deseos, los recuerdos.

Emoción.

Algunas fotos están colgadas en el mismo lugar en el que se hizo la toma, porque la muestra fue adentro del Servicio de Mujeres, en el lugar en el que ellas están viviendo. El díptico “La planta más linda del mundo”, está al lado de la planta más linda del mundo. Junto a la puerta bajo los carteles de SALIDA, un autorretrato se titula “Escapando del hospital”. Los autorretratos como índice de valentía, como modo de afrontar conflictos de autoestima, de mostrarse luminosas, libres y luchadoras.

Mi cama, refugio de vida.

Ahora sé que son las mujeres más fuertes que conozco. La internación en un hospital psiquiátrico es un trance durísimo. Parece inconcebible habitar los días allí sin familia, amigos, casa, barrio, objetos o lugares de pertenencia, sin casi nada para hacer. Con todo eso, y los malestares que las atraviesan, se caen y se levantan. Cada día las veo seguir con arrojo. Muchas veces este año me invadió un sinsentido: “¿para qué estoy haciendo esto?” Fue muy difícil hacer la muestra, tuve que remontar muchas adversidades y casi abandono todo. Pero entonces me conecté con esa fuerza poderosa que tienen, y por ellas supe que contra viento y marea tenía que seguir.

El sueño de una mansión con pileta.

El día de la Muestra estuve a punto de largarme a llorar ahí delante de todo el mundo en varias ocasiones, pero me contuve al verlas: era un festejo enorme. Fui inmensamente feliz todo ese día y desde entonces. De a poquito se irán acomodando las emociones adentro mío, agarradas ahora sí por el sentido de lo que maravillosamente sucedió.


Paisaje: un árbol y el ambiente de jardín con paredes.

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Camila Álvarez es fotógrafa y antropóloga. En sus trabajos de campo utiliza la cámara como herramienta de investigación, produciendo fotografías y videos documentales. En su obra conjuga tecnologías antiguas y actuales para generar imágenes pictóricas. Se ha desempeñado como investigadora.  Ha sido beneficiada con becas y subsidios del Fondo Nacional de las Artes, Fondo Metropolitano, Fondo Municipal de las Artes Vicente López, Mecenazgo Cultural, Beca de Investigación 2019 de la Academia Nacional de Bellas Artes. Su obra fotográfica ha sido seleccionada en numerosos salones y recibido premios (1º premio Concurso de Fotografía Fundación Lebensohn, 1º Premio Concurso de Fotografía Colegio de Graduados en Antropología, finalista Premio Itaú Cultural, seleccionada para el Salón Nacional de Artes Visuales, Finalista Premio AAMEC de Fotografía Contemporánea, Finalista Salón de Tucumán para el Ámbito Nacional – Artes Visuales, finalista Salón de Artes Visuales Félix Amador 2019). Ha dictado materias de Fotografía en la Facultad de Arquitectura y en la Facultad de Filosofía y Letras UBA y en la Escuela de Fotografía Creativa, en Taller Multinacional (México) y es profesora en NodeCenter (Berlín).