Entrevista a Luisa Estrada
Luisa Estrada, artista visual especializada en el grabado y el dibujo, habla sobre los orígenes y el sentido de su obra, basada en su mayoría en el paisaje urbano de la Ciudad de México, su lugar de nacimiento. El grabado en México vive hoy un boom de producción y difusión pocas veces visto a lo largo de su tradición, y Estrada -egresada de la Facultad de Artes y Diseño (FAD) antes Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP)-, es una de las jóvenes artistas destacadas de esta nueva ola. Baste decir que la Ciudad de México se enriquece visualmente, a través de su mirada atenta a los detalles cotidianos del “monstruo urbano”.
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¿Cómo comenzaste en la Gráfica?
Tendrá unos doce años, cuando estaba en la Escuela de Artes Plásticas. Yo entré haciendo pintura -como la mayoría de la gente que va ahí-, dibujaba mucho y en algún momento un amigo me dijo “tu dibujo se presta mucho para el grabado, deberías de probar o empezar a conocer técnicas”. Fue ahí cuando me dio mucha curiosidad y empecé a trabajar grabado en metal, después de ahí no he parado. Siempre he tenido como temática la ciudad, el paisaje urbano y las cosas que pasan dentro de la ciudad, eso es lo que he estado trabajando la mayor parte del tiempo.
¿Por qué es eso lo que te llama la atención?
El entorno es una inquietud constante, me genera muchas preguntas. Yo creo que empecé con el tema de lo urbano un poco por la historia que tengo de la vida con mis papás, en donde nos tocó esta onda de la auto-construcción del espacio, ayudar en todo ese proceso. En las colonias populares es muy característica. Suceden estos procesos de auto-construcción del espacio y me daba mucha curiosidad cierta estética que se ve reflejada en la urbe, en los espacios en donde se ve que ha pasado el tiempo, que está avejentado, que empiezan a haber ciertas tonalidades y colores. La ciudad tiene muchos sitios así, es el lugar en donde se desenvuelve la vida de todos, que al mismo tiempo nosotros construimos y hacemos, es una cosa que se da todo el tiempo. Entonces, todo lo que hago está determinado por completo por el entorno.
¿En qué colonia creciste?
La colonia se llama Torres de Potrero, es muy cerca de San Jerónimo. Es una colonia popular, me tocó ver todos esos procesos. Después de estar haciendo un rato grabado, hice una maestría en donde el tema específico era eso, procesos de auto-construcción en colonias populares. Trabajé en una colonia popular pero en Santa Fe, en donde estaba este contraste bien grande entre la realidad de las colonias y toda esta onda de edificios gigantes de vidrio.
¿Y qué formas de entender tu entorno se han abierto para ti a partir de dedicarte al grabado?
Algo que me he dado cuenta es que, a veces, del paisaje urbano sacas cosas que quieres representar y ha habido la necesidad de trabajar dentro del espacio también. Por ejemplo, el paisaje es pensar para mí en una máquina de tortillas. Es un objeto que está dentro del paisaje pero en el momento en que tú lo sacas y lo representas se puede volver un paisaje en sí mismo, aunque sea un objeto. Después lo puedes imprimir y pegarlo en un espacio público y haces que esa cosa regrese pero ya de otra manera.
Otra cosa que me gusta trabajar -que también tiene que ver con la gráfica, con el grabado, el collage y el dibujo-, son los libros alternativos, también se prestan mucho para trabajar el tema de la ciudad. Pensando quizás la idea de que la ciudad es un libro que se puede caminar, que vas descubriendo en la medida que la vas transitando, tomando objetos y desmenuzándolos, a través de la gráfica, dándoles otra interpretación, a veces haciendo representación de ciertos recorridos.
Empecé a hacer libro alternativo estando en la escuela, para salir de ahí había la opción de titularte con un libro alternativo. Lo que hice aquella vez fue caminar por la ciudad e ir registrando lugares pero era un viaje alternativo porque no me interesaban lugares populares -turísticos-, era más bien todo lo contrario. A mí me late más este otro lugar al que tú te vas a meter detrás de espacios muy conocidos pero que te encuentras la vida cotidiana, que ves cómo se desenvuelve día a día. Entonces, comencé a dibujar esos lugares, hacer postales de esos lugares. Y ese primer libro es un libro raro porque es alto, como un edificio que vas desarmando en módulos, y cada uno se va abriendo y se despliega un mapa en el suelo que tiene dos series de postales. Unas son postales hechas de puro material reciclado que iba juntando en el viaje, y las otras son grabados, postales de colonias populares o de las zonas de la ciudad de edificios viejos y abandonados.
¿Nos podrías hablar sobre tus técnicas y materiales con los que trabajas?
Lo que más trabajo últimamente es grabado en relieve, y trabajo sobre PVC espumado, es algo similar al linóleo, que es lo que mucha gente usa. Este material es un poco rígido pero también es muy suave para trabajar con gubias, con puntas, con cosas que te dejan hacer una incisión, una marca. Es realmente una técnica sencilla comparada, por ejemplo, con el grabado en metal, que tiene procesos más complejos.
¿En qué lugares estás trabajando en este momento?
Estoy haciendo grabados atiborrados de cosas. Lo dos que he hecho les he llamado “Derivas”, porque son caminatas. Otra cosa que empecé a trabajar son fábricas, desde que vi una cementera en Tlalnepantla, una cosa loquísima llena de tubos, que creo participa mucho de esa estética que siempre estoy persiguiendo o tratando de representar. Empecé a meterla mucho en el trabajo, vistas aéreas de esos lugares que son muy abstractos pero visualmente muy ricos. Tienen muchos elementos: los cables, las cajas de luz, los medidores, pasillos; hay muchos detallitos, cosas que uno va encontrando.
¿Cómo ves el panorama actual del grabado en México?
Yo creo que estamos en un momento especial, porque siempre a lo largo de la historia ha estado relegado, pero lo que hay es un boom. Platicando con amigos que también hacen grabado, no sabemos si es porque estamos metidos en las redes sociales y casi todo nuestro grupo que conocemos es pura gente de la gráfica. Creo que el ejemplo siempre es Oaxaca, tú caminas y en cada cuadra puede haber dos talleres, que es demasiado. Porque aquí -en la ciudad de México- hay talleres y los ha habido desde hace un buen, pero tampoco han sido tan cercanos, y tiene que ver con que la ciudad es gigante pero a cada rato ves un nuevo taller, un nuevo nombre. Ahora hay gente joven que se puede comprar un tórculo para grabado y puede poner un taller, y empiezan a trabajar y a generar un buen de cosas. Y hay mucha gente que hasta vive de eso. Yo diría que es un momento excepcional.
La gráfica es considerada un trabajo artesanal, ¿eso influye en su forma de trabajo que tiende a lo colectivo?
La gráfica siempre ha sido muy colectiva. Colectiva en los procesos de trabajo y colectiva para su difusión. Normalmente, cuando estás trabajando en un taller, los que están encargados generan mucho este trabajo en comunidad. “A ver, se va a imprimir. Esta persona va a imprimir, ¿le puedes echar la mano con el papel?”. Porque normalmente terminas super sucio, entonces si alguien te puede ayudar con el papel reduce el tiempo de producción. Siempre es echarse la mano. En litografía es una cosa similar. Siempre hay un impresor, que es el encargado del rodillo, pero al lado tiene que haber un alguien con una esponja húmeda para ir limpiando excesos de grasas que van quedando por ahí, y es siempre un proceso muy colectivo. También las exposiciones. Logras sacar cosas en colectividad. Y sí, tiene que ver con lo artesanal del taller.
¿Quiénes son tus influencias?
Mi primer influencia fue Giovanni Battista Piranessi. Yo empecé haciendo grabado en metal y la mayoría de las cosas que él hizo también fueron grabados en metal. Posteriormente fui encontrando más influencias. José Guadalupe Posada es el referente de la mayoría. Conocí después a Dusân Kállay -de Eslovaquia-, y me di cuenta de la tradición que también hay allá en grabado y que es muy peculiar, la mayoría es grabado en cobre y en aguafuerte o aguatinta. Quizá comencé a trabajar formatos grandes cuando conocí el trabajo de Belkis Ayón, una artista cubana, que ya murió. Ella trabajó otra técnica que se llama colografía. La mayoría de su trabajo era de gran formato y su temática era muy cubana, tenía que ver con la santería. Käthe Kollwitz también es referente de muchos, ella trabajaba con cosas cotidianas, de situaciones de mujeres, realidades, tú ves los grabados y son realidades que le tocaron ver a ella y que están ahí dibujadas, plasmadas.