Preguntas para escribir en mi disfraz de hombre

"Mis yos", Mauricio Patrón, autorretrato, 2009.

Mauricio Patrón Rivera 

Escribir de lo que no soy, desde lo que sí. Usando la representación, repetición, recreación para hablar de los lazos que tengo con otras personas o personajes a partir de todas mis limitaciones.

¿Cómo rehabilitar a la literatura con L mayúscula, esa que ha sido uno de los estandartes de los proyectos neoliberales, patriarcales, coloniales y normativos? ¿Es posible que mi voz tenga algún espacio en un proyecto no blanco, no cis, no patriarcal, si crecí como un hombre? ¿Cómo narrar desde mi lugar, cuando mi mirada fue entrenada con violencia? y peor aún ¿cómo hablar de las demás personas sin pretender decir sus palabras? ¿Puedo excavar y extraer la tierra que no es mía? y si fuera mía, ¿debería?

Las preguntas de arriba me arrojan contra la ética de la escritura. Las historias no me pertenecen, los objetos, los paisajes, personas y territorios que escribo solo me pertenecen en la relación que establezco entre ellos y yo.

Apuesto por una escritura que describa esa relación. La escritura como una tensión que me enlaza con el mundo. Samantha Schweblin llama a ese hilo la distancia de rescate. En la novela del mismo nombre, Amanda, la protagonista, siente un hilo invisible atado entre ella y su hija Nina, que se tensa cada vez que la pequeña esta en peligro.

Cuando escribo siento que me pertenecen más lo actos que los personajes. A las distintas agencias que invoco en el texto, les ato un extremo de una cuerda a su muñeca y la otra a la mía. Escribo con cuidado.

Eso no me quita responsabilidad, sino que la acentúa. Me pertenece el riesgo de tratar con algo distinto a lo que soy; me pertenece también, el cuidado que construyo para habitar el riesgo. Me toca dar la cara cuando el hilo se rompe, o cuando esa cuerda era una promesa que dejé sin anudar.

Intento llevar a mi escritura las ganas que tengo de estar con los otros, eso me ha llevado (también en la vida) a lugares de control y posesión, en los que no me arriesgué nada y solo aventé por delante al macho violento que tengo atado en mi closet.

Y aún así, cuando escribo lo hago con mi disfraz de hombre. Cuando regreso a mis borradores y creo que hay líneas que sí funcionan, siento como el hilo se tensa en riesgo y se talla contra el disfraz, descarapelándolo; me entra frío en la nueva piel y jalo más hacia la próxima línea: tengo prisa de que se me caiga el traje completo.

Hace dos años escribí el inicio de un manifiesto que ya no supe cómo terminar, y al que regresaré para escribir el final cuando tenga una nueva piel:

Amigo, ya cállate

Aborrezco el término nuevas masculinidades. Tiene el tufo de que el patriarcado se puede renovar para ser bueno. Tiene el olor de la Fundación Ford o de Estados Unidos ayudando al mundo.

Es como un hombre que se estira hacia lo heteroflexible y entonces ya cree que puede quitarse de encima el peso de las violaciones, de las desapariciones, de los impedimentos a la sobrevivencia de los cuerpos feminizados. Pero no es cierto.

¿Qué hacemos con todas las violencias que nos pasan a lado todo el día, y que creemos que no son nuestras porque no las perpetramos? ¿Cómo nos hacemos cargo de las violencias cotidianas, en vez de meternos a la cafetería del museo, o a los cubículos de las universidades?

Salir a marchar con las feministas está genial, si invitan. Pero hagámoslo hasta atrás y sin acceso al templete. Y mientras marchas en la calle también márchate hacia dentro y revisa tus palabras en vez de estarlas apuntando a la última moda del progresismo.

Revisa, escucha. Deja de pensar en el hombre nuevo, y ponte a limpiar. Por atención, y escucha todo el trabajo invisible y feminizado. Por atención, y escucha las labores del mantenimiento y de la crianza (base de la riqueza), y fíjate en quién las hace.

Quítate activamente, cállate activamente. Toma unas tijeras y córtate el macho, abre la piel, has que se marche, y hagamos una gran marcha para marcharnos: Hombres unidos del mundo, marchaos. Porque lo que menos necesitan los binarismos son una reformada, cada que quieras explicar algo, mejor apúntalo en tu diario.

 

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Mauricio Patrón Rivera (Ciudad de México, 1984) trabaja con el texto y su relación con la comunidad. Su trabajo se agarra del feminismo descolonial, la necropolítica, los derechos humanos y el periodismo. Escribe cuentos, ensayos, proyectos curatoriales, investigaciones académicas y participa en procesos colaborativos. Actualmente estudia el Ph. D. en Escritura Creativa en Español en la Universidad de Houston, y explora sobre las corporalidades fuereñas.

Página web: https://maupatron.tumblr.com

Otras publicaciones: http://www.puntodepartida.unam.mx/index.php/2237