“Se puede enseñar con el arte”

Entrevista a María José Ramírez

La Redacción

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María José Ramírez nació en la ciudad de México en 1982. Es escritora e ilustradora. Estudió la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas y la maestría en Letras Mexicanas en la UNAM. Ganó el Premio Internacional de Literatura Aura Estrada en 2011, y en 2012 fue miembro del programa de residencias en Santa Maddalena Foundation, en la Toscana.

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Del vasto reino de la imagen que hoy llena los libros de todo tipo, el destinado a los niños va cubriendo un espacio cada vez más grande. María José Ramírez es narradora, poeta e ilustradora. Su primera empresa fue el ejercicio poético, y de éste ha pasado a la elaboración de libros para niños, siempre manteniendo una particular estructura basada en la fábula y en la metáfora. Sus estudios formales los llevó a cabo en la Facultad de Filosofía y Letras cursando la carrera de Letras Hispánicas. Su obsesión con la literatura infantil la podemos ubicar años atrás, en su tesis de licenciatura, cuando se dedicó al estudio de la obra de Nelli Campobello. Ahí, además de analizar el discurso literario de Cartucho, se hace preguntas como: ¿Con qué ojos perciben los niños la realidad? ¿Cómo expresan los niños las relaciones que el devenir les provoca? Más allá de pensar el material de lectura infantil como un elemento formativo y tratando de ir al fondo de su esencia, es decir, su carácter de obra artística, hicimos a María José Ramírez una serie de preguntas.

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“Temple Grandin”. María José Ramírez

Que estos libros y sus ilustraciones sean concebidos para niños o adolescentes, ¿le resta méritos artísticos? ¿Existe una serie de prejuicios con estos trabajos visto desde el “gran arte”?

Es muy difícil de definirlo. No creo que porque sea un discurso dirigido a niños le reste méritos, o que sea más fácil. Yo creo que hay muchos prejuicios. Esta rama de la creación ha avanzado quizás porque el niño, en general, ha dejado de ser un ente desconocido. Hoy se sabe más del niño, de su modo de pensar, de su estructura emocional, y precisamente porque se le sabe más, se le subestima menos. Los creadores, quienes son los más importantes en este engranaje, subestiman menos la mirada de los niños.

¿Qué sucede con los padres? ¿Están comprando estos materiales pensando en una formación artística? ¿Hay en ellos una conciencia del hecho artístico?

No todos, la gran mayoría no asocian el hecho artístico. No ven que este ejercicio contempla una praxis de la gran pintura y la gran literatura. No olvidemos que estos ilustradores trabajan también con óleo, trabajan la escultura, la serigrafía, el grabado. También pasan por alto que muchos autores provienen de la plástica, como Oliver Jeffers, que es un pintor. Es decir, si eres un lector que está entrando a este mundo, puedes perder de vista que estas personas no sólo hacen diseño o caricatura, sino que tienen una formación artística dura.

Sobre tu involucramiento en la academia y el papel que ésta puede tener en la formación de un artista, ¿qué piensas?

Me parece valiosa la academia porque es ahí donde se reflexiona. Un arte sin reflexión puede dormir en los laureles de la autocomplacencia. Desde luego me parece también muy valioso el autodidacta que lo lee todo y que de pronto es más erudito. La academia no esteriliza la imaginación, como comúnmente se cree desde las esferas artísticas. Lo que sucede es que muchas veces parte de estructuras muy rígidas, muy añejas, y no se renueva tan fácilmente. Hay académicos con una gran imaginación; es el esqueleto donde laboran el que está podrido.

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“Ukulele”. María José Ramírez

En esta compleja mezcla de elementos que conforman el libro para niños, ¿qué prima?, ¿lo estético?, ¿lo pedagógico?, ¿lo visual?

Todo eso es importante, pero creo que no hay que subestimar lo estético. Hay obras para niños que están demasiado guiadas por lo pedagógico, cosa que está bien. Esto de enseñar y educar no es tan malo. Es bello que se enseñe a través del arte, es algo que se ha perdido en los últimos tiempos.

Puedes comentar algo sobre tu visión particular del mundo de la infancia.

Es una obsesión de siempre. Hoy tengo una hija y me genera mucha curiosidad. Es un lugar común hablar de la visión mágica con que los niños ven la realidad, pero evidentemente hay un misterio. Me interesa más allá de lo literario porque cuando escribo para niños no estoy segura de cómo va a leer un niño esto que escribo. Es curioso: un adulto puede pensar que ese producto no es para niños, pero es él quien establece el parámetro de si hemos hecho bien las cosas o no.

Y sobre tu obsesión con la obra de Nellie Campobello y el sumergimiento en la mirada infantil que ella hace en obras como Cartucho.

Es importante, porque Campobello dice que los niños ven las cosas como son: llegan a la realidad de forma directa, la única que puede hablar honestamente del pasado. Ahora bien, hay algo muy complejo de distinguir en una obra para niños: el asunto de la autenticidad de la voz infantil. En Cartucho, Campobello utiliza un lenguaje que un niño jamás lo va a utilizar, pero ella era niña cuando sucedió la Revolución mexicana, entonces tenemos una mirada genuina. Es decir, el adulto transformó una mirada de una niña y en la manera como expreses esa mirada auténtica depende el fracaso o éxito de este proceso. Te das cuenta si funciona o no: hay palabras que no usa un niño jamás, y hay ocasiones que es evidente que la voz infantil está forzada.

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“Elefante”. María José Ramírez

 Tienes una obsesión con los animales, dibujas animales y escribes sobre animales. ¿A qué responde esta constante?

Cuando estás embarazada te das cuenta de la animalidad de la vida. Es el estado más primitivo y el que te hace ver que antes que nada somos seres de procreación. Luego dibujé muchos animales, sobre todo tigres. Los tigres son bellos, físicamente son bellos. No estoy pensando en Borges y más bien atiendo al poder de ciertas imágenes. Por ejemplo, en mi obra hay una imagen recurrente de una niña viendo el horizonte, y pienso que es una metáfora de la infancia perdida. A los niños siempre nos dicen que de grande entenderemos las cosas, y esa niña viendo el horizonte es un adulto que ya está en edad de entender y se da cuenta de que no ha entendido nada. Entonces hay un trauma porque en realidad son los niños quienes lo entienden todo.

Una parte de tu trabajo la has dedicado al raro ejercicio de crear nuevas palabras: taxonomías extrañas, conceptos inventados. Muchas veces este desplazamiento se hace desde la poesía; por ejemplo, de la hoguera dices: Una hoguera es un animal ciego que duerme en los troncos huecos de los árboles. ¿Es esto una necesidad de replantear el mundo a partir de nuevas nociones?

El replanteamiento de nociones nos dice que no hay una esencia. Nos dice que al nombrar, estás nombrando por vez primera. Entonces el replanteamiento nos lleva a eso: a la multiplicidad de formas de concebir algo. Nos dice que la realidad es algo que nunca acabamos de definir. Esto no está necesariamente ligado a la poesía; se trata de un juego de emulación: si el lenguaje ha jugado a definir arbitrariamente, arbitrariamente habremos de nombrar de nuevo.

¿Qué papel juega la poesía en tu obra?

La poesía te hace ver las cosas de otra forma. La poesía es la quien hace las conexiones entre cosas que tú pensabas que no podían estar en un mismo lugar. Y resulta que sí, y entonces tú fundes esas relaciones, una emoción y un objeto, un recuerdo y un sueño, y te das cuenta que estás ante una forma de conocimiento. No es un conocimiento lógico porque la poesía está ligada estrictamente a las emociones. La poesía te hace ver, un día, que el tiempo es apenas un pequeño latido.

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“Mar”. María José Ramírez