Tránsito por las obras completas

 

 

 

Tránsito de Amado Nervo, de Alfonso Reyes

 

Por Pável Granados

 

 

Existió en otros tiempos la costumbre de escribir obras completas. Difícilmente habrá de nuevo escritores como ésos, aficionados a planear su vida en el esquema de sus textos. Hubo un poeta –el vate Frías–, que escribió una noche de 1924 el plan de sus Obras completas en una servilleta. ¡Magnífico! El libro dedicado a sus recuerdos, el de semblanzas de músico mexicanos, sus traducciones, su ensayo sobre López Velarde… Ahora sólo quedaba el trabajo de escribirlas. Pero ese poeta, subsumido en sus meditaciones poéticas y etílicas, no tuvo la constancia. El método contrario –escribirlas y luego reunirlas– es más difícil porque hay que cargar la bibliohemerografía directa en las maletas, con el riesgo de que existan fugas y olvidos. Alfonso Reyes planeó las suyas y se dedicó a meditarlas, organizarlas en periodos, en temas, en géneros. En general, está bien, no hay problemas, hasta el momento en que se llega a los fragmentos, a las notas de ocasión, a las obras inconclusas, a las fallidas e, incluso, a las vergonzosas. Milan Kundera, en un rincón de su ensayo, El telón, se indigna: la obra no es todo lo que ha escrito un escritor: “La obra es la consecución de un largo trabajo sobre un proyecto estético”. Qué poco nos conoce Kundera. Por lo menos yo me he rebelado ante esta idea, buscando siempre lo significativo en lo insignificante, en una nota del periódico, en una carta, en una pequeña nota manuscrita. Pepené una línea en una carta de Kafka para pulirla y usarla a mi modo. A mí qué me importa, si otro la tiró: yo la uso. ¿A qué viene todo este rodeo sin sentido? Alfonso Reyes tendría mucho que decir al respecto, y lo que dijo está por ahí también en alguno de sus tomos. De hecho, en éste hay un algo fragmentario relacionado: Reyes fue el designado para editar las obras completas de Amado Nervo, trabajo que lo llenó de nociones en torno a una existencia ya aniquilada pero que no terminó de arder en vida. Así que varios de sus secretos, como una botella echada al futuro, están escritos en estas páginas, se aclaran con insinuaciones a pasajes de sus poemas, en especial los que Nervo dedicó a Margarita, la adolescente de quien se enamoró. Es que no hay que enamorarse del otro extremo del arco de la vida, es inútil. Lo dejó escrito en un verso: “Ya tramonta mi vida, la tuya empiezas”. El atardecer que se enamora del amanecer. En fin, es sólo un tema. Hay bastantes más, encerrados en notas periodísticas. Temas literarios, disquisiciones lingüísticas, imaginaciones…; por ejemplo, la idea de instalar una imprenta en una casa, administrada por una familia, como en tiempos medievales. Qué atractivo sueño, los padres y los hijos alrededor de los tipos móviles, con el olor a tinta todos ellos y todos conocedores en los distintos gramajes del papel. Suena como algo lejano, pues se trata de un sueño de 1930. No obstante, hubo poetas que mantuvieron sus imprentas en casa. Era un sueño irrealizable pues la realidad es más prosaica: manchones de tinta y basura del taller por toda la casa. ¿Existió esa familia impresora? Don Alfonso menciona a Manuel Altolaguirre y su casa en Málaga, en donde imprimía su revista Poesía (pero olvida a la esposa poeta, Concha Méndez, que también era parte de este trabajo editorial). Hace unos días, caminando por Coyoacán (Presidente Carranza 267), encontré un café y panadería de la familia Altolaguirre, con reproducciones de portadas de esas antiguas y elegantes ediciones. Sigue siendo un negocio familiar, don Alfonso se habría puesto feliz, noventa años más tarde, y habría detenido su camino para elogiar el barrio, el café y los curiosos frutos del tiempo.

 

Alfonso Reyes. Tránsito de Amado Nervo. De viva voz. A lápiz. Tren de ondas. Varia (1958), 2ª reimp. México, FCE, 1996. (Obras Completas, VIII).

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Pável Granados

 

Pável granados es ensayista, curador de arte y musicólogo. Actualmente es director de la Fonoteca Nacional de México.