UNA NOCHE

Fotogrammi su pellicola, 2015

 

Josué Ramírez

 

 

 

Las noches en que Sigmund Freud​ inhalaba cocaína

“para destrabar la lengua”, se despejaba el tedio.

Ahora lo sé, uno se vuelve introspectivo y ensimismado,

metido en sí, no del todo con el otro, acusadamente hípster,

lo hace sin otra finalidad que la repetición de un acto, esnifar.

Así se iba la noche apagando en el oleaje de la ebriedad,

sudorosa y antojada de monólogos,

de estructuras contundentes en el suelo del discurso.

 

Había un orden aparente de ser ciudadanos muy conscientes del exceso,

la curva, el inconsciente, en el eslabón desmemoriado, detenido del placer.

 

Pero este polvo está manchado de sangre, dije, y me increpé a mí mismo:

¿No le hago más bien el juego al narcotráfico?

 

Para qué si no para vernos luego somos como somos,

entramos en las enmarañadas estructuras de las versiones,

los puntos de vista, las razones, prerrogativas de una pegajosa materia.

De pronto, como un sol que no vuelve en muchas ocasiones a aliviar un dolor

que no se cura, que no saca la angustia que se trae muy dentro,

“hacer de los días malos, buenos, y de los buenos, todavía mejores”,

es un asunto definitivamente privado, de enfermedad y cura compartida.

 

Pero los martillos en el pecho eran clavos

que se imponían a la respiración entrecortada, y caía el mundo sin fin,

esas noche, parecida a las que Sigmund Freud​ inhaló

—no estoy seguro— y se dispuso a ceder y claudicar sobre aquello

que había descubierto, la verdad, bajo las capas de las emociones y los deseos

y de entre las execraciones del yo, el ello era la ciudad oscurecida,

con su brillo de cara sin doblez, interiorizada, destructiva,

argumentando el sentido de los mitos, y un siglo más tarde no encontramos nada

que nos llene de entusiasmo, salvo ser los mismos, aliviando un dolor subcutáneo.

 

El bucle, positivo o negativo de la acción

—en un sentido muy puntual— figura en el calor y la humedad

de una noche sudorosa, conversacional, obsesiva,

ese ímpetu contra uno mismo.

 

Fue el signo de la noche convertida

en el punto blanco que borraba las líneas negras.

Sentimos los pellizcos por dentro del placer sustituto

cuando vi que eran las 12:00 am, y me marché a mi casa.

*