“Avasallante, enceguecido por la radiación de un ánimo lírico, el canto circula por todos los puntos cardinales,  al sur y más al sur, de Cuzco al Chimborazo, de Medellín a Caracas y a los Andes, tomando café, hablando del árido paisaje de sangre, palpando la tristeza antigua de vernos casi despiertos, casi por despertar pero aún dormidos, tratando de recobrar la fuerza que la arrebatada alegría perdió con el goce de nuestros fracasos, al ver, cómo “los pueblos se dispersaban  como archipiélagos marcados con tiza”.  Un canto en contra del sueño profundo de los siglos, un canto que  resuena como una marea que trae de vuelta las armaduras llegando sin rasguño a posarse sobre la arena. En el canto se vuelve y también se avanza, se destila la sustancia con la cual ha de brillar el tiempo carcomido, el llanto, la derrota”. El señor L

Texas I love you aborda el tema de las ejecuciones de latinoamericanos condenados a la pena de muerte en aquel estado del país del norte. René Morales retoma los expedientes de muchos enjuciados desde mediados de los años ochenta hasta el 2012, y con ese material crea un coro de voces que hablan desde la muerte: historias de pobreza, marginación y violencia; “el sueño americano como pesadilla”, apunta Nervinson Machado en la nota preliminar. Así, escuchamos a Rubén Cantú, aprehendido por robar una casa: “Ni los dioses ni nosotros/ seremos los mismos/ al terminar el día”. Escuchamos a James Martínez hablarle a su esposa: “Te prometo que volveré a casa temprano/tocaré la puerta del departamento 404 A/ y te diré que no ha pasado nada nuevo/ que estoy un poco cansado…” Es una poesía que le da voz a los muertos y, al mismo tiempo, expresa el sentir de muchos migrantes condenados: “Quiero decirle una sola cosa: yo también soy una víctima, igual que usted… pero vamos, no se asuste/ ahora se lo dice un fantasma”.