Imágenes magníficas recorren este conjunto de poemas, como aquellas dedicadas a la figura de Carlos Pellicer: “Reflejo de tu densa mirada/ entre el secreto de ser tormenta y vapor/ adoptaste las formas del agua”. En estos poemas, el faro es una niña a la que esperan sus juguetes abandonados; y el volcán una antorcha de un astro reventado. Del salario dice que es “duro y firme/ como la hoja en blanco”, y de los nidos de los gorriones, que son “murallas etéreas contra el frente helado”. En cada página encontramos momentos de alta poesía: “son tantas que caen de las alturas”, y nos deslumbran a “la velocidad de la ilusión”.

La de Frida López es una poesía que algo tiene de esencial y de secreto, “creando escaleras donde no las hay”, como el maíz bajo tierra, como la mujer que esconde a la noche en su regazo.