Los límites de la mente, lo sobrenatural como una posibilidad de la vida cotidiana, lo sórdido como ejercicio estético, la angustia reconfigurada en acto creativo, son algunos de los temas que Héctor Zalik desarrolla en sus relatos con precisión quirúrgica. Aquí lo extraño, lo desproporcionado, tienen una oportunidad de levantar un reino estético. Lo extraño puede también conmover y crear otras perspectivas. Para la literatura, la realidad del mundo y de la conciencia no dejan de ser una rata de laboratorio permanentemente sujeta a los experimentos de otra mente mayor. Esto lo ha comprendido muy bien Héctor Zalik. Sus quimeras levitan por los aires con la majestuosidad de las grandes ficciones literarias.   

“En toda carrera importante y reñida puede haber un tipo como yo dispuesto al sacrificio para tronarse y tronar a los demás, cuyo único papel en la pista o en la calle es ser un señuelo, una carnada que los punteros siguen para catapultar al compañero de equipo que puede ganar la competencia. La liebre es un perdedor cuyo nombre no importa, un corredor bueno, esforzado, pero que no está ahí para ganar; sin embargo, debe parecer que puede ganar para que se haga efectivo el engaño”.
Sergio Osorio