Con el asesinato de Joan Vollmer en septiembre de 1951 en la Ciudad de México, William Burroughs mató a la realidad en favor de otra mayor: la cimentada sobre la violenta quimera mental. El sacrificio que Burroughs ofrendó a la deidad de la escritura fue la del único ser que comprendió su espíritu (la madre de sus dos hijos). Sin embargo, el dios que William Burroughs intentó apaciguar con la muerte de Joan era demasiado voraz: el Dios de las posibilidades mentales, la máquina ciega que reproduce mundos inauditos en la oscuridad (así como la máquina binaria que inventó su abuelo paterno fue la primera en controlar cantidades ilimitadas). Cuenta la Biblia que al pedir una prueba de fe, Dios detuvo a Abraham cuando éste se encontraba a punto de asesinar a su hijo Isaac; sin embargo, nadie detuvo la mano de Burroughs en su prueba definitiva para acceder a la totalidad.