Desde Otelo en Shakespeare ya se veían los celos en la pareja. En la Biblia los celos se ven en José cuando los hermanos lo venden. Sólo son benéficos los celos en Tartufo, cuando Orgón descubre gracias a la escena preparada por su esposa la clase de bribón que es Tartufo. El “¡Ay!” final del caracol blanco puede que sea para llamar al negro, o porque ve lo que ocurre con las ratas, o con la señorita. En esta escena yo decido ser el caracol blanco, yo digo “¡Ay!” cuando el caracol negro abandona la escena.
Natalia González Gottdiener