Jim Morrison. El yo desbaratado en poesía y el yo que es otro confluyendo en un delirio interminable. El chaman bajo la luna desértica. El lobo de la carretera adormecida. El astro veloz de la ciudad moribunda. El barco embriagado alrededor de la serpiente de piedra. El niño solitario que aguarda la media noche para soltar el llanto.
Jim Morrison es el tótem de la destrucción luminosa que ha encontrado un refugio en el rock and roll. El único lugar para las almas extraviadas, para aquellos que perdieron el rumbo desde los primeros pasos. Aún muchos vagabundos en los suburbios del mundo tararean sus canciones como un himno que ha de sofocar su fractura cósmica. Su herida primigenia.