Máquinas de guerra

Mujer Kurda en lucha contra la sharia y el Estado Islámico.

Amira Baltézar Rezc

Las posibilidades siguen siendo inmensas, y es que el levantamiento es un  gesto sin fin, recomenzado sin cesar, tan soberano como lo puedan ser el propio deseo o esta pulsión, este “impulso de libertad”. El campo de los levantamientos es […] potencialmente infinito.
Georges Didi-Huberman

 

 

Máquinas de guerra, una furia con la que expresa Guattari y Deleuze la necesidad de abrir la contradicción en la vida y los procesos históricos. Y Georges Didi-Huberman se apropia de este concepto, lo mediatiza como dispositivo para pensar y ejercer el campo de las exposiciones en el ámbito artístico. La máquina de guerra es otra propuesta de los movimientos dialécticos en contraposición con el Estado, es decir, el poder, la territorialización, el yugo. Este dispositivo es un engranaje de libertad, de línea de fuga, nomadismo en su inagotable desterritorialización. De este modo proporciona un espacio para el cuestionamiento y la potencialidad del pensamiento. Desde la apuesta hubermaniana, el museo, la galería o los espacios autogestivos culturales, no serán por lo tanto neutros.

En su labor como historiador del arte, Didi-Huberman sobresale al poner en juego la teoría en el recinto expositivo. Con una gran formación crítica muestra una postura política, consecuente con sus labores. Sin embargo, señala que no hay últimas palabras o imposturas de dogmas propagandísticos en estos ensayos. Al apropiarse del término montaje y ejercitar sus posibilidades, transgrede los espacios y exige la apertura, la relectura; es decir, para un concurrente, el montaje es un llamado a tomar postura. Haciendo tangible el pensamiento crítico de Benjamin, Didi-Huberman propone a partir de la noción de legibilidad un acto para tener un encuentro fortuito entre el pasado, el presente y con ello, que sea previsible un futuro. Este fenómeno describe cuándo la obra de arte realmente ocurre, pues como proceso histórico está inacabada, es infinita y puesta en tensión al ser percibida y reelaborada.

 “No hay dispositivo de exposición que no sea el resultado de un trabajo de producción”, afirma el teórico francés; en otras palabras, esta labor es un acto político al ser una intervención en el espacio público, asimismo para el artista no hay resquicios apolíticos en el ámbito de la producción, y todo puede ser cuestionado en dichos términos de resistencias o afinidades a la barbarie.

En este sentido, la exposición germina en un espacio para el pensamiento, retomando a Aby Warburg y su Atlas Mnemosyne. La posibilidad del atlas muestra el despliegue de las formas visuales para que la mirada se deje provocar por las iconografías reprimidas, que para Warburg serían las Musas, la indomabilidad de los seres humanos; aquello que el deseo irreprimible desboca en las antiguas y actuales sociedades. Recordemos así que la madre de las Musas para la cultura griega es Mnemosyne, nuestra memoria.

A modo de ejercicio expositivo, propongo aquí un breve homenaje a quienes en la lucha nos confrontan y sacuden para no acallar.

 

 

Mujer en el inicio del uso del pañuelo verde en Argentina.

 

“Me encerraron los sin ley. Me esposaron los odiadores. Me amordazaron los codiciosos. Y si hay algo que sé, es que un muro es sólo un muro y nada más que eso”. Assata Shankur

 

Pussy Riot en el contexto de una Rusia opresora.

 

Rosario Ibarra de Piedra, activista mexicana.

 

Mujeres zapatistas.

 

Graffiti de Mary Wollstonecraft.

 

Yo me nazco, yo misma me levanto, organizo mi forma y determino mi cantidad, mi número divino, mi régimen de paz, mi azar de llanto. Establezco mi origen y término porque sí, para nunca, por lo tanto. Soy lo que se me ocurre cuando canto. No tengo ganas de tener destino”.

María Elena Walsh

 

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