Die Kurt F. Gödel Bibliothek  

Por Pável Granados

 

Los enemigos de mis amigos son mis enemigos. De ahí que considere a las grandes enemigas de los libros –las cucarachas, las polillas y las termitas– como enemigas personales. Sin embargo, los libros a su vez, llenos de tantas y tantas frases, no ponen en práctica esta antigua sentencia. Numerosas páginas hay sobre la entomología, aunque los insectos biblióvoros poco lo agradecen. Muchas de estas páginas descansan en sus estómagos sin el mayor remordimiento. Günter Grass imaginó, por su parte, ejércitos de ratas (ratones de biblioteca) que luego de devorar miles de páginas se irguieron para tomar su lugar en el mundo, aquel que dejara el ser humano vacante. Falta mucho para que las cucarachas conceptualicen el universo y piensen en la eternidad, aunque no deja de ser irónico que sean ellas las que representen mejor nuestra idea de permanencia en el mundo. Pues bien, estos odiados artrópodos prefieren las letras doradas, las esplendentes capitulares de los libros antiguos. Y yo que pensé que eran menos exquisitas, pero algo de nobleza tienen ya que, por ejemplo, la cucaracha negra acompañó a los exploradores y conquistadores del siglo XVI en sus viajes por el mundo. En fin, más que roer libros, como es mi insectil costumbre, tenía que hablar de ellos, pero desde un punto de vista menos espiritual, ya que conforme ha pasado el tiempo se tiende a ver el libro menos como un objeto, y más como una sustancia inmaterial que se vierte en un odre más o menos perdurable, más o menos costoso. Sin embargo, hablar de libro es una actividad, hoy, propia de seres nostálgicos que pretenden apresar entre las manos un objeto. Dice uno de los autores (Cota Hiriart) que existen ya insectos virtuales que comen bibliotecas en línea. El artista Emilio Chapela hizo un homenaje a los libros, pero al cascarón que dejan una vez que sus almas suben al mundo virtual: elaboró libros de madera, con sus respectivos lomos, pero sin nada dentro. Y de manera paralela escribió –o dio a escribir– los títulos correspondientes, como proyecto de una Biblioteca de Babel con libros cuyo contenido debe de estar en la imaginada por Borges: Bromas y dinosaurios, Anodino, Tele-transportación, etc. Pareciera que de la unión de un título con el objeto que lo albergará, habrá de nacer un libro, como una sustancia se produce de la unión de los elementos. Es la alegre proliferación de los entes que llenaría el universo de las posibilidades de los textos. Las posibilidades de los libros es –precisamente como en el cuento de Borges– mayor a los límites del universo. Por muy modesta que sea esta muestra del infinito –seis mil libros tallados en madera– es una representación del infierno, incluso (y sobre todo) para ese enemigo de mis amigos que soy yo mismo, insecto que acostumbra devorar el texto que le cae en las manos así sea un instructivo o una caja de pastillas, con las que a mi vez (y a diferencia de mis semejantes artrópodos) produzco textos que van a engrandecer el de por sí abultado orbe infernal de los productos del lenguaje.

 

Die Kurt F. Gödel Bibliothek, textos de Tania Aedo, María Álvarez, Emilio Chapela, Andrés Cota, María Minera y Natalia Valencia. México, Sicomoro, 2014.

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“W. Untitled Die Kurt F. Gödel Bibliothek”, obra de Emilio Chapela.

 

“W. Untitled Die Kurt F. Gödel Bibliothek”. Obra de Emilio Chapela.

 

“W. Untitled Die Kurt F. Gödel Bibliothek”. Obra de Emilio Chapela.

 

“W. Untitled Die Kurt F. Gödel Bibliothek.”, Obra de Emilio Chapela.

 

 

 

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Pável Granados es ensayista, curador y musicólogo. Actualmente es director de la Fonoteca Nacional de México.