Rodrigo Ambriz

Fotografía intervenida por Rodrigo Ambriz.

Por César Oliveros

 

La música no se puede disociar del cuerpo ni de nuestro pasado (y presente) primitivo. El sonido se siente, se padece y se disfruta en un sentido totalmente material y mundano. La composición generalmente tiene una parte instintiva, ese fenómeno que no se puede explicar con la teoría académica ni con ensayos aburridos que tratan de intelectualizar la carne, la imitación de la naturaleza o ese YO impulsivo. Cuando un artista carece de esta parte irresponsable y contingente, generalmente el resultado es inocuo e intrascendente. El vocalista/artista Rodrigo Ambriz afortunadamente aborda el sonido desde el impulso, la violencia, el límite y el absurdo.

Cuando Rodrigo se presenta en vivo no se sabe muy bien qué pasará. El azar y lo aleatorio tienen un rol medular en sus piezas, pero no nos confundamos, no es un performer con ocurrencias chistosas o escatológicas, buscando  escandalizar fácilmente. En este caso, cada ruido, cada grito o silencio tienen un sentido (absurdo) que llega a lo más esencial de nosotros. Conecta con lo primitivo que nos habita. Porque, ¿qué es el grito? Es, entre otras cosas, el límite del lenguaje y el sonido; es la desesperación, es algo que simplemente no se puede expresar de otra forma más “civilizada”.   

El sonido que consigue Rodrigo Ambriz difícilmente entra en una categoría. Podría ser más ilustrativo definir lo que hace como una búsqueda constante. Una búsqueda y experimentación con diversos soportes (en su mayoría obsoletos o descontinuados), colaboraciones y géneros. A la par de una búsqueda visual y hasta corporal. La música que logra es el resultado de una acción más o menos controlada que tiene intenciones que van más allá de lo musical.

Rodrigo Ambriz conecta con lo primitivo que nos habita. Porque, ¿qué es el grito? Es, entre otras cosas, el límite del lenguaje y el sonido; es la desesperación.

Rodrigo tiene la capacidad de conectar con algo que va más allá del presente o alguna tendencia fugaz, puede ser que esto se consiga por la influencia que tiene de tradiciones (algunas milenarias) no occidentales, que perciben la música, la danza y el canto desde otros parámetros, remitiendo a lo tribal y ritual. Es un artista que no da lo que se esperaría de un cantante promedio del siglo XXI, su espectro es muy amplio, atemporal y transgresor.  Ha participado en proyectos que van del free jazz/hard core como Ensamble atrocidad, a colaboraciones con el músico Germán Bringas(SIC) -una especie de banda “grind core primitivo”-, o su proyecto solista Cacophonic Joy, que explora las posibilidades del uso de la voz y la creación de un lenguaje propio acompañado de frecuencias extremas.

Rodrigo Ambriz. Foto: Mara Arteaga.

Sus colaboraciones con Alejandro Tux, .RR, Heraldos Negros, Arthur Henry Fork, Fernando Vigueras, Martín Escalante, Makoto Kawabata, Otomo Yoshihidepor mencionar algunas, no tienen desperdicio. Pareciera que todo se ha hecho y no hay mucho que escarbar, incluso la experimentación se ha acartonado, pero Ambriz tiene la capacidad de darle la vuelta a las convenciones, lo que propone es desde la inteligencia y desde sus vísceras. Tal vez por esta  combinación brilla tanto, ya sea en el lado institucional artístico, o con los subterráneos ruidistas de nicho,  o alternando con bandas de Doom, Death metal y Punk. Sin proponérselo, Ambriz se ha convertido en un referente de la música arriesgada y extrema actual.

Ambriz se ha convertido en un referente de la música arriesgada y extrema actual.

La voz, la manipulación de cintas magnéticas, generadores de ruido, pedales de distorsión, juguetes y herramientas son de lo que se vale Rodrigo para crear e indagar en el sonido. Pero no solo el ruido es lo que importa para este artista, aquí el cuerpo es parte de la obra como hacían los artistas accionistas, jugando con lo grotesco y lo violento. Mientras escucho el trabajo de Ambriz puedo imaginarme rituales sangrientos orgiásticos, sacrificios rituales,  mutilaciones, escenarios que retan las convenciones estéticas y morales occidentales, pero al mismo tiempo tiene narrativas más complejas que no solo involucran lo terrorífico, sino que versan en lo meditativo y contemplativo.

Rodrigo Ambriz. Foto: Michael Chick.

Al final, todo es una extensión del cuerpo, nosotros somos las cosas, somos el grito y el balbuceo, entendiendo éste como la negación del lenguaje que nos limita. Rodrigo propone un no-lenguaje, que es liberador del corset civilizatorio que no ve bien el entregarse al absurdo en el arte y en la vida en general. Porque esto implica enfrentarse a lo desconocido y muchas veces por eso se le nulifica. El engaño de la música convencional es hacernos creer que es ajena a nosotros, como si estuviera afuera, y que es algo que podemos controlar (ya sabemos cuándo viene el coro, cuándo hay que llorar, aplaudir y cuándo hay que callarnos), pero la realidad es que vivimos en función del caos. Lo que propone Ambriz está lejos del formulismo que tanta seguridad nos da, él parte justo de lo indeterminado, de lo desordenado, sin miedo al resultado ni al proceso por más monstruoso que éste sea.

Escucha más de Rodrigo Ambriz en los siguientes enlaces:

https://szarareneta.bandcamp.com/album/una-silueta-se-precipita-en-arcadas

https://rodrigoambriz.bandcamp.com/album/la-impaciencia-de-los-abismos

https://soundcloud.com/rodrigo-ambriz-719960361

https://leshorriblestravailleurs.bandcamp.com/track/el-br-o-de-las-l-grimas

 

Música fea

“Música fea”, Albania Juárez, 2020.

¿Qué pasa si lo que buscan algunas personas es lo cacofónico, la disonancia y la arritmia?

Créditos:

 

César I. Oliveros

Nació en la Ciudad de México. Estudió Relaciones Internacionales en la UNAM y se especializó en Derechos Humanos. Nunca ha ejercido su carrera. Desde hace quince años se ha desempeñado como librero, pasando por varias librerías y editoriales.  Actualmente trabaja en EXIT, espacio especializado en libros de arte contemporáneo, libros de artista y fotografías de autor. También ha formado parte de varios proyectos de música experimental enfocada al noise, grind core, free jazz y música electrónica. Tiene un sello con dos colegas que edita en formato cassette desde hace cuatro años llamado Dorados Pantanos y participa en el colectivo RHUINAS, que procura hacer eventos en lugares pequeños con artistas locales y de otros países a precios accesibles. La intención es crear una comunidad más abierta a la experimentación audio visual.

Albania Juárez

Nació en la Ciudad de México, estudió la licenciatura de Letras Modernas Francesas en la UNAM, se especializó en crítica literaria y posteriormente realizó la carrera de artes visuales en la ENPEG La Esmeralda. En el 2015 obtuvo la beca de Baden-Württemberg para terminar sus estudios en la Kunstakademie de Karlsruhe en Alemania, donde tuvo sus primeras muestras individuales de pintura, dibujo y arte sonoro. Su obra explora los conceptos de mística, la arqueoastronomía y los atributos mágico-religiosos de la herbolaria mexicana.