The Irishman. El último capítulo del cine de mafia

Joe Pesci por Fernando Lezama.

Leopoldo Lezama

El trabajo de un grande como Martin Scorsese siempre llega a poner orden en medio de un torrente de sagas arruinadas, remakes previsibles y dramas medianos etiquetados de obras maestras.

Cuando en el 2019 corrió la noticia de que Martin Scorsese llevaría a la pantalla grande la vida de Jimmy Hoffa, el famoso líder sindicalista de los años sesenta, la expectativa fue muy alta. El director italoamericano haría un esfuerzo por cerrar con candado de oro el orbe del gran cine de mafia que comenzó en 1972 con la primera entrega de The Godfather, y que ha tenido momentos muy altos (Drunken Angel, Scarface, Goodfellas, Eastern Promises, The Departed).

La apuesta de Scorsese es arriesgada, pues no solo pisa un terreno delicado: la vida de James Hoffa llevada al cine en 1992 por Danny de Vito y personificada formidablemente por Jack Nicholson, a lo que se suma el riesgo de no poder igualar la trilogía esencial que el cineasta ha dedicado a la mafia: Godfellas (1990), Casino (1995) y The Departed (2006), con la cual obtuvo el Oscar a mejor película y mejor actor. Quizás por eso, Scorsese convocó a varios de sus leales dentro del ámbito cinematográfico para dar un último jalón: Robert de Niro, Harvey Keytel, Kathrine Narduchi, Bobby Cannavale, y prácticamente sacó de la tumba al legendario Joe Pesci. Además, Scorsese, por primera vez, consigue algo que buscó por casi cincuenta años: la participación de Al Pacino en una de sus películas, quien se encarga de vestir a Jimmy Hoffa.

¿Pero cuál fue el resultado? The Irishman se basa en la historia de Frank Sheeran, un asesino a sueldo de la mafia italoamericana de los años cincuenta, que al final de su vida cuenta su historia. A partir de ahí, el periodista Charles Brandt publicó I Heard You Paint Houses (Escuché que pintas casas), que a su vez, Scorsese retoma para armar su propio proyecto.

La  película se desarrolla por secuencias a partir del relato de Sheeran recluido en un asilo de ancianos. El primer gran encuentro es con Rusell Bufalino (Joe Pesci), jefe de una familia criminal que por décadas controló los negocios ilícitos en Nueva York. Sheeran se hace amigo de Bufalino y de Angelo Bruno (Harvey Keitel), cabeza de la mafia en Filadelfia. Al demostrar eficacia en el arte del asesinato, y gracias a su experiencia durante la Segunda Guerra Mundial, los capos comienzan a encomendarle trabajos a Sheeran, quien rápidamente se convierte en el sicario de cabecera de la dupla Bufalino-Bruno.

La lealtad de Sheeran lo encumbra como el matón más importante de la mafia italoamericana, y pronto le encomiendan una tarea mayor: ser el guardaespaldas personal del Presidente de la Hermandad Internacional de Camioneros, el poderoso líder sindicalista Jimmy Hoffa (Al Pacino). De Jimmy Hoffa, se sabe que era el enemigo número uno de los Kennedy, que no bebía una gota de alcohol y que desapareció sin dejar rastro. Al Pacino reviste a la perfección al personaje altanero, neurótico, que se buscó enemigos muy poderosos por su temperamento explosivo. Su obstinación en perpetuarse como líder único del sindicato de camioneros en un momento en que ya no poseía la fuerza, acabaron con su reinado y con su vida.

Son dos las tesis importantes que maneja The Irishman: la mafia italoamericana asesinó a John F. Keneddy al ser traicionada por el presidente norteamericano, a quien apoyaron bajo la condición de que éste les devolviera los millonarios negocios en la Habana, Cuba, expropiados por Fidel Castro. Kennedy no sólo no les devolvió lo prometido, sino que comenzó una persecución en contra de varios líderes mafiosos, incluyendo al propio Hoffa.  La segunda tesis resolvería el misterio de la desaparición de Jimmy Hoffa en 1975: habría sido asesinado por su propio hombre de confianza, y su cuerpo cremado y desaparecido.

Hasta ahí la historia.

¿Pero qué hace a The Irishman una película especial? Primero, la adaptación del guión es notable y consigue recrear la historia con autonomía y al mismo tiempo siendo fiel a los hechos. Scorsese tuvo el atino de no exagerar la fuerza del personaje en favor de un dramatismo que le sumara en espectacularidad. El tono de Sheeran y del film en general es mesurado, y esto le ganó calificativos como “aburrida” o “larga”, sobre todo entre un público que quizás esperaba ver más escenas de acción.

El vestuario, la ambientación de los años cincuenta y sesenta también es atinada; el mobiliario, los negocios, las luces opacas y rojas de los bares, los autos, nos recuerdan lo mucho que le gusta a Scorsese reproducir el medio siglo norteamericano. En cambio, no son tan afortunados los rejuvenecimientos de hombres octagenarios, cuyos movimientos no son los de alguien de treinta o cuarenta años.

Pero sin ninguna duda, el fuerte de la película son las actuaciones. Robert de Niro hace uno de sus mejores protagónicos, asumiendo el papel con sobriedad y experiencia. Frank Sheeran es una personalidad compleja: un hombre violento, un asesino, pero con un gran respeto por su familia; un traidor sin el más mínimo respeto por la vida ajena, pero leal con su trabajo y sus superiores. Sus actos son viles, pero esto no provoca repulsión en el espectador, ya que sabemos que Sheeran es ante todo un militar, y por consecuencia, acatar órdenes es parte de su vida. Las muestras de lealtad hacia Rusell Bufalino y la protección a su esposa e hijas, nos crea sentimientos encontrados cuando lo vemos matar a su mejor amigo.

Sin embargo la sorpesa la da Joe Pesci, un hombre que hacía años estaba retirado y que regresó para hacer un trabajo memorable. Podemos decir, sin exagerar, que después de Marlon Brando, Joe Pesci es el mafioso del cine hollywoodense del último medio siglo; no olvidemos que en 1991 le ganó el Oscar a mejor actor de reparto a Andy García (The Godfather III) y a Al Pacino (Dick Tracy), con su extraordinaria actuación de Tommy, un sicario psicópata, simpático, seductor y en extremo violento. Pero a diferencia del histrionismo y la desmesura del mafioso de Goodfellas (1990) y de Casino (1995), su papel de Russel Bufalino nos presenta un personaje discreto, elegante, amable, y con la firmeza y aplomo de un capo mayor.

La maestría de Pesci resalta desde los primeros momentos, su variedad de gestualizaciones, su magistral forma de dominar la escena bajo una contundente y convincente economía de expresiones. Hay escenas que las resuelve sin una sola palabra, como cuando Angelo Bruno reprime a Sheeran por querer incendiar un negocio de su propiedad. En dicha secuencia, Pesci, con la mirada, pasa del regaño, a la compasión y a la amistad. Una enorme actuación.

Aunque no es de sus mejores papeles, Al Pacino deja pinceladas magistrales como sus disputas con su enemigo por el control del sindicato de camioneros, Anthony Provenzano, y una muy particular manera de representar a un hombre cuyo poder raya en el patetismo. Pacino sale bien librado.

Aunque es una película de mafia (con las consecuencias que esto implica para catalogarla dentro del orbe del “gran cine”), The Irishman es una cinta que profundiza en temas complejos como la amistad, la vejez y la traición. El haber matado a su mejor amigo, es algo que a Sheeran le cuesta el odio de su hija, quien profesaba un gran cariño por Jimmy Hoffa. La escena donde Rusell Bufalino le pide a Sheeran que él mismo se tiene que encargar del asesinato, es brutal, las lágrimas contenidas del irlandés son desgarradoras, y en el fondo se impone la lógica de que un soldado, sobre todas las cosas, debe cumplir órdenes.

Por último, es una película de la vejez. El poder, al final deviene en decadencia y abandono. Sheeran y Bufalino terminan envejeciendo en la cárcel, sin oportunidad de recibir el perdón, The Irishman es la película que cierra para siempre, el gran cine de mafia.

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Leopoldo Lezama es editor y ensayista.

Fernando Lezama es pintor y terrateniente.