Laura Seligra
“Dejando para luego lo que se ha de hacer, se corre el peligro de no poder hacerlo nunca”.
XCI – Diarios Íntimos – Ch. Baudelaire[1]
“La estética de la naturaleza posee una de las llaves para el logro de una vida plena. La apreciación de ecosistemas y especies ofrece un placer plurisensorial que enriquece nuestro cuerpo, nuestras emociones y nuestra vida intelectual y espiritual”.
Marta Tafalla[2]
Vértigo. Vértigo es la dolencia que se autodiagnostica Platón en la Carta VII tras estudiar la vida pública y percibirla arrastrada por toda clase de corrientes en todas direcciones. Al igual que él, que buscó en la Filosofía la medicina a los problemas políticos (y yo añado, sociales, económicos y ecológicos) de su tiempo[1], me dispongo, en este ensayo, y después de haberme visto aquejada también de esta patología debido al estrés mental que supone ser consciente de la urgencia de teorizar y poner en práctica nuevos modelos vivenciales y convivenciales para enfrentarse al colapso, a tratar de renovar profundamente el ejercicio del pensamiento para crear nuevos mapas y conexiones que nos permitan comprendernos, comprehender el mundo (todo el entorno que nos rodea) y orientarnos en la realidad.
El objetivo es mostrar la posibilidad de la existencia de un área social y política común habitada por ecocentristas y biocentristas (en la que se haya expulsado a los antropocentristas) bajo un paradigma, que calificaremos de Ecoanimal, estudiado a partir de la silenciada[2] disciplina de la Estética de la Naturaleza de la mano de Marta Tafalla.
¿Es posible postular una doctrina global inclusiva que abarque los sistemas normativos que rigen las posiciones ecologistas y animalistas? Analizaremos que sí lo es, si se fundamenta en una moral intramuros, de esta Tierra que es de todos[3], Planeta Ecoanimal, donde se debe establecer un código de valores mínimos y de normas compartidas, clarificando qué tipo de vida quiero llevar yo y cómo deseo relacionarme con el Otro (que no soy Yo, que vive por él mismos y para él mismo) y con Lo Otro (el entorno, los hábitats, la biótica), para finalmente…salvarnos, no tanto como seres humanos egoístas, sino como personas que entienden que son un ente más de un Todo que importa más que sus partes, elementos finitos que quizá deban cambiar e incluso llegar a sacrificar intereses y modos de estar en el mundo, por un fin común: la supervivencia.
La empresa es ardua, por lo que trazaremos una hoja de ruta que pasará por las siguientes estaciones. En primer lugar, expondremos una breve ontología, desde el análisis de la realidad ecológica y ambiental actual cercana al ecocidio. En segundo lugar, nos centraremos en el estudio del ser humano, de cómo conoce esta realidad, haciendo hincapié sobre sus modos de percibir y de apreciar la naturaleza, introduciremos la plurisensorialidad. En tercer lugar, se proyectará como único remedio a la situación de alerta ambiental en la que vivimos actualmente, una ética ecoanimal de mínimos valores morales compartidos (y por extensión, normas) basados en el respeto y la igualdad. Por último, después de alcanzar una guía de vida buena (en la que, aunque sea “mínimamente”, las partes del Todo se hayan autorrealizado habiendo aparcado su egocentricidad), postularemos una alternativa política verde “oscura”, radical, revolucionaria y polémica, que se presentará quizá como única alternativa viable a una situación de crisis.
¿Cómo es la Realidad? Ésta se nos presenta insostenible. Encontramos tanto límites físicos propios del planeta al crecimiento, como una evidente deriva política de todos los gobiernos mundiales, además de problemas ya irreversibles causados por nuestra acción despótica hacia la naturaleza. En la actualidad, parece que sin autocontención y autolimitación (sin abandonar el sueño prometeico de que los avances tecnocientíficos nos salvarán y podremos continuar nuestra expansión ilimitada, esa falsa ilusión de progreso), no podremos sobrevivir como civilización -y ya es un riguroso hecho contrastable-. La muerte de la sostenibilidad (o pensarla como un ideal a alcanzar, por ser más positivos) y la ideología liberal dominante, que es una fuerza tiránica que maneja todos los ámbitos de esta realidad, nos lleva a esperar que solo un milagro consiga para todo el conjunto de la humanidad, un nivel mínimo de bienestar económico sin explotar más los ecosistemas[4].
El pasado de nuestra actual situación se nutre de extraer como privilegio del animal que en origen somos, nuestra especial capacidad de pensar y de tener lenguaje[5] con el que establecer lo correcto y los incorrecto, lo justo y lo injusto, lo verdadero y lo falso. La razón occidental nos condena desde hace siglos a una cosmovisión antropocéntrica basada en la relación de dominio y servidumbre para con la tierra, con la naturaleza[6]. Desde que el ser humano tiene uso de razón, utiliza justo esta herramienta como superior, en su control y explotación absoluta de los recursos naturales[7].
¿De qué manera el ser humano conoce esta Realidad? Nuestro Yo egoísta, individualista, parcial, estrecho, inmaduro, ambicioso, ruidoso y falaz, se resiste a tomar conciencia del ecocidio. Existen rasgos de nuestra psicología individual, por un lado, que muestran que no estamos preparados para responder ante el colapso: tendemos a recordar más los aciertos en menoscabo de los fracasos (el sueño o ilusión de la razón tecnocientífica salvadora); el cerebro no puede calcular progresiones elevadas (el futuro…ya vendrá); nos cuesta más procesar cambios lentos y graduales y nos mostramos ante ellos más torpes (vivimos en la inmediatez); los peligros y las necesidades del ahora se priorizan ante las amenazas a largo plazo (me quiero asegurar el desayuno de hoy…). Por el otro, existen limitaciones del comportamiento colectivo, que conlleva a solo aceptar sacrificios o conductas costosas, si el resto del grupo lo asume también[8].
Ante las trabas mentales que el ser humano se fija ante sí para bloquear ideas morales molestas o justificar la inacción individual, traemos a colación las estrategias que la filósofa Marta Tafalla[9] presenta para el diseño de un nuevo paradigma anticopernicano en el que la relevancia la va adquirir el Objeto y no el Ego. El entorno se construye de sujetos (animales) que hacen su vida, tienen sus propios intereses y se realizan[10], que quieren vivir. Hasta ahora hemos impuesto a la Realidad nuestro Yo con nuestras fantasías (de progreso, de consumo infinito), ahora le debemos acallar, romper el doble vínculo que nos conduce a necesitar aquello que nos aniquila[11], agudizar todos nuestros sentidos para articular en esa diversidad nuestra percepción y apreciación estética desinteresada[12]. Como dice el pensador alemán Theodor Adorno: “Lo que no se aprecia, no se valora, se usa o se destruye”. Si no observamos a los Otros como sujetos, no los protegeremos. El cultivo de la sensibilidad y del conocimiento, en experiencias plurisensoriales[13], es el antídoto contra el egoísmo radical antropocéntrico. Nunca debimos olvidar nuestros orígenes, ahora toca resilvestrarnos, reconciliarnos con la naturaleza, aprender a admirar de nuevo.
¿Cómo soy? ¿Cómo debo dirigirme en mi vida? Si dejamos de lado la perspectiva antropocéntrica, tenemos dos alternativas posibles de etiquetado existencial: el biocentrismo y el ecocentrismo. Destaca en esta última la denominada Ecología profunda[14]. El principio fundamental que rige esta disciplina es el holismo. Ese Todo, formado de entidades complejas e individuos, tiene derecho a vivir y florecer, a autorrealizarse[15]. La naturaleza merece respeto y reverencia porque tiene valor intrínseco[16]. Esa línea diseña un nuevo individuo que rebasa el Yo moderno insustancial, que entiende que somos ecodependientes y que nos dañamos a nosotros mismos si dañamos la naturaleza.
El germen de nuestro futuro postulado alternativo de Ser humano (Ética) que vive en comunidades (Política) se origina desde una ética de la tierra, donde ya por los años 50 del siglo pasado se presentaba a la comunidad biótica como sociedad natural en la que los criterios éticos que se habían extendido a muchos campos de la conducta, habían, a su vez, disminuido en los ámbitos en los que las cosas se juzgan por conveniencia (utilidad)[17]. ¿Por qué no interesa que la percepción de la naturaleza sea ética? Si dirigimos nuestro Yo “sinyo”[18] a través de una jerarquía nueva de valores universalmente válidos[19] elegidos por consenso entre las diferentes culturas como fundamentales para la supervivencia como civilización, rompiendo con los establecidos por el capitalismo que tanto han calado en las últimas décadas, podremos cultivarlos, enseñarlos y educar a las generaciones actuales (y con ello, a las futuras) en el buen trato en la relación con la tierra para no aniquilarla.
La propuesta es crear un ciudadano biótico, que luche dentro de sí contra el hombre conquistador que parece que es inevitable reconocer que somos. Esos grandes valores ecoanimalistas[20]que nos guiarán desde, como dice el filósofo marxista Raymond Williams, una intención genuina de compartir saberes y experiencias y no desde los prejuicios explícitos e implícitos de las sociedades desarrolladas del Norte[21], éstos estarán basados en el respeto y en una profunda creencia en la igualdad, y, en consecuencia, necesitarán de una serie de normas para su sustento legal. Legitimar unas nuevas leyes que nos permitan llevar a cabo esta revolución emocional, sensorial, moral e intelectual, pasa por otorgar a los llamados (en Europa) partidos verdes poder de cambio, de transformación social.
¿De qué modo se puede conseguir que un gobierno verde elegido democráticamente lleve a término una propuesta basada en el sacrificio de libertades individuales en beneficio del bien común? Quizá democráticamente no se pueda. ¿Cómo conseguir que un individuo con intereses acepte un intervencionismo ecológico a nivel privado por parte del Estado?[22].
Si estamos luchando contra un sistema establecido que nos conduce inexorable hacia la extinción, solo tenemos la alternativa del hacer saber (educación), del conocimiento, de la consciencia. Que los ciudadanos asuman libremente las medidas limitantes y de control que un Estado conocedor debe ejecutar, a través de un Partido verde “oscuro”[23], unos dirán que es pernicioso y otros veremos que quizá sea la única alternativa posible (el lobo que llevamos dentro diría algo así: “no me gusta, no lo hubiera elegido, pero como lo entiendo, lo acepto”). La propuesta es una opción política que incomoda, que asusta, pero en una época (pre)apocalíptica se perfila como, al menos, razonable. Este nuevo partido ecoanimal y social (¿ecosocialismo animal?) debe estar formado por dirigentes que han trascendido[24], se han elevado y han observado, pensado y superado la problematicidad humana en todas sus vertientes (en todos sus dramas) y que, tras ese salto mental de abstracción, tienen las herramientas precisas para solucionar la injusticia reinante en el planeta. Estas personas, con su reciente estrenada condición humana ecoespiritual (sin connotaciones místicas), sentirán la naturaleza tanto en el intelecto como en el espíritu y su Ser, se caracterizará por el descentramiento del Yo, la comprensión y la reconexión con lo natural.
Se instaurará, así, un poder que permita que se desarrollen vidas con valores nuevos de justicia. La conversión del pueblo se llevará a cabo a través de la educación. Un sistema formativo amplio que abarque tanto los Massmedia como los ámbitos académicos. En ellos, en primer lugar, se redefinirá qué es lo que necesitamos para ser felices; en segundo lugar, se llevará a cabo una recuperación de la memoria de la Estética de la Naturaleza, fomentando actividades de interacción con los ecosistemas (de la observación naturalista, por ejemplo, nace un tipo de Ser humano con unas cualidades como son saber escuchar, respetar y admirar aquello que está fuera de mí, que desearíamos expandir por todo nuestro futuro planeta ecoanimal); en tercer lugar, se ampliará la oferta educativa humanística para lograr individuos con profundidad intelectual.
Una educación[25] ecoanimalista es un requisito imprescindible en un Estado que desee diseñar una alternativa social justa[26], evitando la racionalidad instrumental que tanto mal ha causado a esta Tierra que es patrimonio de todos (y recordemos con el sociólogo Antonio Campillo, ¡propiedad de nadie!). El objetivo final de este proyecto educativo enseñará a apreciar la tierra con todo el cuerpo, todos los sentidos y, tras ser conscientes de nuestra animalidad, visualizarnos pertenecientes a la naturaleza.
A grandes rasgos, hemos diseñado un nuevo relato bajo el amparo de una estética de la naturaleza. Hemos presentado una ontología descriptiva de la realidad y una psicología epistemológica del ser humano, para, a continuación, crear un marco ético y normativo alternativo, basado en el vaciamiento del Yo y en una Política “imposible” pero ecoanimalmente necesaria para tiempos de crisis, que corrija excesos y errores e instaure una jerarquía de lo Importante. Si deseamos luchar (o morir) por Gaia deberemos realizar una revolución consciente y constructiva basada en el sacrificio. Reinterpretando a Platón en su obra “La República”, no permitir lo que ahora le está a la humanidad permitido, el consumo ilimitado y la apropiación de la naturaleza, por ello, habrá que obligar al pueblo, con palabras razonables (con una firme educación) a que se cuide y cuide de los demás en este planeta ecodependiente si no queremos autodestruirnos.
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
[1] PLATÓN, (1993) Cartas, Madrid: Akal/Clásica.
[2] Se trata de una rama del saber filosófico que se ha omitido en los currículos de las facultades, ¿cuál es el motivo y la finalidad de este hecho? En los Agradecimientos, pp.359, TAFALLA comenta este hecho.
[3] CAMPILLO, A. (2014): Tierra de nadie. Cómo pensar (en) la sociedad global, Barcelona: Herder.
[4] ARRIBAS, F. (2015): Esperando el milagro; El pensamiento ecológico ante el fracaso de la sociedad sostenible, Actas I Congreso internacional de la REF, Vol. XVI, pp.29-42.
[5] Aristóteles nos definió como zoion politikón (animal político), zoion lógon échon (animal dotado de lenguaje), distinguiéndonos de “los Otros” animales sociales, agelaíou zoiou. El entrecomillado es mío, demostraremos cómo gran parte del drama actual en nuestra ruptura relacional con la naturaleza nace de esta consideración elevada de nuestro Yo frente a lo Otro (no considerado sujeto).
[6] Julio César ya en el I a.C. comentó a Bruto que los hombres a veces eran dueños de su propio destino, por lo que la culpa, si no conseguían lo que deseaban, era de ellos mismos porque se estaban resignando a la inferioridad…
[7] Sería estudio de otro ensayo la posibilidad de apostar por una razón poética que dibuje con un nuevo relato de vida otro tipo de mundo para un futuro más justo.
[8] CEMBRANOS, F. (2014/15): “Reacciones psicológicas ante el colapso”, Ecologista, invierno, nº83.
[9] TAFALLA, M. (2019): Ecoanimal; Una estética plurisensoral, ecologista y animalista, Madrid, Plaza y Valdés.
[10] Y nos devuelven la mirada además…
[11] EVA ALADRO en su artículo “Trascendencia, Extinción y las marsopas de Bateson”, del diario.es del 08/10/19, nos presenta la idea del doble vínculo que se establece en las relaciones adictivas, consumistas, agresivas y productivistas de nosotros para con el mundo en el que vivimos. Marta Tafalla, refiriéndose a los animales, muestra la paradoja estética que supone contemplar un animal en un zoo, aunque sepamos que eso le causa un daño.
[12] Me pregunto si existirían seres humanos sin estas habilidades que queremos fomentar para recuperarlas del atrofio histórico al que un marco regulativo antropocéntrico las ha condenado. ¿Se podría hablar de una diversidad funcional ecológica?
[13] Marta Tafalla narra su visita al Mar de Frisia (pp. 168). Tuve una experiencia muy similar en el desierto de Namibia, que me hace pensar en la importancia de las afinidades, en el compartir, para encontrar cómplices en esta cruzada contra la extinción.
[14] No es la finalidad del ensayo exponer las objeciones que recibe el afán de expansión que tiene en EEUU y que tan sistemáticamente trazó RAMACHANDRA GUHA en artículo el “Ambientalismo estadounidense y la preservación de la naturaleza”, pero su rápida lectura me ha evocado un enunciado conocido en la antropología “Primum vivere deinde philosophari”. El paralelismo se traza a partir de la idea de que, en la actualidad, en el Tercermundo, existen otras urgencias e intereses.
[15] Devall, B. y G. Sessions (2004): “Ecología profunda”. En Valdés, M. (2004): Naturaleza y valor. Una aproximación a la ética ambiental, pp.225-231. Para Arne Naess la autorrealización humana depende de la identificación con los seres naturales y la comunidad biótica (conciencia de ser parte de la naturaleza)
[16] Guerra, M. (2001): Breve introducción a la ética ecológica, Madrid: Antonio Machado Libros Mínimo Tránsito.
[17] LEOPOLD, A. (1948/2007): “La ética de la tierra”, Revista Ambiente y Desarrollo 23 (I): pp.29-40
[18] Desde el budismo, JORGE RIECHMANN nos dice que deberíamos ser seres sin ser.
[19] Hasta el PAPA FRANCISCO, preocupado por el devenir de la humanidad, declara en el 2015 que el origen del mal reside en la idea de que no existen verdades indiscutibles que guíen nuestra vida, lo que lleva a la acción libre sin mesura. Recomiendo la lectura del artículo de la Revista Contrastes [Vol. XXIII-nº1 (2018) pp.93-110] del profesor JOSÉ VICO MARTÍN: “La justificación científica y filosófica del respeto hacia la naturaleza: Teilhard de Chardin, Arne Naess y el Papa Francisco”, que por cuestiones de espacio no he podido tratar en este ensayo.
[20] Amor, empatía, afecto, bondad, compasión, ascetismo, comprensión profunda, podrían ser algunos.
[21] WILLIAMS, R. (2019): “Socialismo y ecología”, Contra el Diluvio; originalmente en la revista Socialist Environment and Resources Associated en 1982 y posteriormente fue incluido en el volumen recopilatorio de Raymond Williams, Resources of Hope. Culture, Democracy, Socialism, Londres, Verso Books, 1989.
[22] WILLIAM OPHULS de su obra “La venganza de Platón” (2011) me han hecho reflexionar mucho. No he podido profundizar sobre su pensamiento, pero la intuición me dice que no se pueden marginar sus ideas.
[23] Inspirado en PAUL KINGSNORTH, de su artículo de la revista ORION de enero/febrero de 2013 titulado “Ecología oscura: buscando certezas en un mundo post-verde”. Cada vez el futuro es más oscuro y para no caer en la desesperación, este autor se autoimpone una filosofía personal de vida, pero nosotros dedicaremos nuestro último aliento a crear una alternativa política intensa y profunda, siempre verde, pero ahora, verde oscura.
[24] Concepto relevante extraído los estudios sobre comunicación de GREGORY BATESON en la conferencia “Epistemología de la organización”, Cuadernos de Información y Comunicación, Vol. 14, pp. 21-32.
[25] JORGE RIECHMANN dirá que más bien, que todo el trabajo que endereza nuestro ser, que cambia nuestra naturaleza o la modula, se basa en la cultura, la ética, la estética y la religión. El trabajo de la cultura reconduciéndonos a nuestro yo reflexivamente posibilita el control del egocentrismo violento. Él lo denomina autoconstrucción de lo humano en Humanidades Ambientales: Pensamiento, arte y relatos para el siglo de la gran prueba, Cap.2. (2018), Madrid: Catarata.
[26] No hemos olvidado en ningún momento los grandes problemas sociales de distribución de riqueza, las migraciones o los conflictos bélicos que tanto preocupan en la actualidad, pero pensamos que una ciudadanía ecoconsciente ayudará a transformar una sociedad injusta. (Si tú “todopoderoso” puedes dañar a lo Otro, pero decides no hacerlo, eso es porque los valores positivos y bondadosos cultivados adecuadamente que rigen tu conducta, te guían a no aprovecharte, a no herir a lo Otro que no eres tú.)
[1] BAUDELAIRE, CH. (2006): Diarios íntimos, Madrid: Leviatán.
[2] TAFALLA, M. (2019): Ecoanimal; Una estética plurisensoral, ecologista y animalista, Madrid: Plaza y Valdés.
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Laura Seligra Montero
Es licenciada en Filosofía por la Universidad de Valencia (España). Ecologista activa con espíritu animalista, repensadora y ecofeminista.