La urgencia por dinero hace miserable a la gran mayoría de los seres humanos. Tengan mucho o nada, sus vidas están calificadas y cualificadas sobre la base infranqueable de cuánto de lo que hacen puede hacerse visible con respecto a lo material.  Si alguna tentativa artística o intelectual había en estos sujetos, se ve rápidamente subordinada al valor monetario. Pocos son quienes en su conformación interna tienen el tamaño para suplantar la presión económica por otro tipo de sustentos. Los vagabundos deberían ser promovidos a santos modernos. La mayoría toma el camino directo al buró a riesgo de parecer un fracasado.

A la vez que ninfómana soy adicta al café. He creado amables mecanismos para llenar mis múltiples vacíos, supongo. Pero para las almas lúcidas, el exceso de sexo no suplirá jamás esa dicha tensa, esa voluptuosa asfixia que oprime mis sienes como el más lúbrico de los cuerpos.  La generosidad del café no lo da el más hábil de los miembros viriles.
Natalia Neumann

Cuando en las discusiones sobre el sentido y la finalidad de la enseñanza de la filosofía y de las humanidades en el nivel medio superior del sistema educativo nacional se utilizan las expresiones “bachillerato mexicano” o “enseñanza media mexicana”, lo se que genera de principio, por decir lo menos, son efectos discursivos y conceptuales indeseables. Se ocultan las múltiples tradiciones e historias que conformarían las humanidades y la filosofía en México. Se oculta el carácter institucional de esas historias. Se ocultan las discusiones y conflictos conceptuales sobre la enseñanza de la filosofía y las humanidades en México.

Se privilegia una historia dominante y se la vuelve hegemónica: la de la historia de la filosofía y las humanidades vinculadas a la Universidad Nacional Autónoma de México. Se pone una cosa por otra, una parte por el todo. Se regresa a una caracterización tópica –como un conjunto de disciplinas académicas que se ejercen en instituciones de educación superior relacionadas con la comprensión del ser humano y sus afanes; como cultivo de la humanidad– inservible para discutir y pensar las humanidades específicas para la educación media superior (EMS) mexicana.
Francisco Barrón

¿Qué permanece del escritor argentino Julio Cortázar además de su obra magnífica, siempre leída con el mismo placer? Queda la manera de hacer visibles las hebras de una realidad múltiple, el esfuerzo por rondar los límites y a menudo traspasarlos. El suyo fue uno de aquellos pensamientos que contribuyeron al gran rompimiento de los preceptos literarios imperantes en su tiempo, y al resquebrajamiento de la visión ordinaria, tal como suele ocurrir en los sueños, cuando vemos caer una lluvia de fuego y, al despertar, resulta que alrededor todo el paisaje está calcinado.

Eduardo Robles, cuando escribe, describe: muestra. Al recurrir a sus letras, me parece que eso que está ahí, eso que coloca en la página, existe en alguna parte del universo, lo cual me aterra y seduce por partes iguales: tiemblo ante la idea de que haya seres así, conviviendo de esa manera, y que no se atrevan a dar el siguiente paso a lo que sea que se halle en sus corazones.

Parejas incapaces de saber qué quieren, aplastados bajo el peso de la amenaza de una nueva vida que ha de unirlos para siempre de formas que ni siquiera sospechan; niños aterrados de volverse hombres, porque saben que rebasada esa frontera ya no habrá más realidades disfrazadas, sólo el aterrador aliento de la existencia misma. Los personajes que crea Eduardo Robles son apenas un esbozo de vida, un fragmento de aire sostenido por quién sabe qué fuerzas. El autor logra mostrarlos en toda su plenitud y, así, se repliega, se esconde detrás de sus narradores: el autor brilla por su ausencia, lo que no es cosa fácil de lograr.
Aldo Rosales

El uso corriente en México del término humanidades —entre académicos, docentes y funcionarios públicos— se encuentra determinado por discursos y acontecimientos que remiten a la instauración e historia durante el siglo XX de instituciones de educación superior y académicas de investigación. Desde la aparición de la Escuela Nacional de Altos Estudios en 1910 los esfuerzos de los humanistas mexicanos durante todo el siglo XX, y lo que va del XXI, se han dirigido a lograr mantener las condiciones institucionales para la producción y reproducción de su saber educativo y académico.
Francisco Barrón

Desconozco la edad de Juana (debe de rebasar los cincuenta), de dónde viene o a qué se dedica: nuestro único punto de comunión es el Taller de Creación Literaria del FARO Indios Verdes, a donde se presenta con asiduidad y, sin más rodeos, sin más preámbulos, lee lo que escribió durante la semana. Y como la vida misma, no todos sus textos son bellos o logran llegar al punto deseado, pero en el grueso de su producción hay vida, hay gente existiendo sin la consciencia de ello, rodeados de una oscuridad profunda en la que, a veces, sus voces brincan como una chispa de luz. Me pregunto cuánta será la oscuridad a la que Juana Ramírez se asoma para, después, hablarnos de ella en un par de oraciones lúgubres, dolorosas, tangibles.  
Aldo Rosales

El periplo ha sido largo para llegar a darnos cuenta que cuando decíamos y peleábamos por las humanidades en la educación mexicana usábamos una caracterización ambigua y un cliché.  Cuestión de la que son continuación y efecto los documentos oficiales. Así se nos ha vuelto evidente que es imperioso discutir sobre una caracterización adecuada de las humanidades en el sistema estatal educativo mexicano y sobre unas humanidades específicas para la EMS.
Francisco Barrón

Rimbaud sintetiza la brutal aflicción de cargar el peso de la existencia, y tal vez a eso se debió su permanente deseo de huida. Para la propia historia de la literatura, continúa siendo un misterio el motivo por el cual Arthur Rimbaud decidió no escribir más con apenas veinte años. Pero si leemos con detenimiento toda su obra, podremos ver que su labor de visionario era un ejercicio condenado a perecer: Que la oración galope y la luz brame… eso lo veo claro. Es demasiado simple y hace demasiado calor; se arreglarán sin mi. Tengo un deber, estaré orgulloso de él como mucha gente, cuando lo deje a un lado, dice en “EL RELÁMPAGO”. Tampoco es acertado pensar en la persistencia de un poeta que entre todos los desplazamientos, le preocupó fundamentalmente el de su propia conciencia. La célebre segunda carta del vidente que envió al poeta Paul Demeny, queda como uno de los mayores enigmas de la poesía: Nos equivocamos al decir: Yo pienso; deberíamos decir: Alguien me piensa… YO es otro. ¿Y si el deseo más profundo de Rimbaud era ser otro, qué importaba la poesía? La destrucción de la conciencia como una extrema tentativa de búsqueda, no es extraña en el itinerario del viajero y del suicida. Mediante la desarticulación de las facultades perceptivas y el resquebrajamiento de la conciencia, nuevos valles se extenderían ante sus ojos cansados. Recorrió todos los continentes, todos los océanos, pobre y altivamente, dijo Verlaine hacia 1884, muchos años después de ver por última vez a su antiguo compañero.

Mediante imágenes finas casi hilvanadas por la niebla, la poesía de Marian García es el viaje a las aguas del nuevo mundo (el suyo propio) en busca de un constante renacimiento. El hastío por el tiempo perdido, el resurgimiento del ánimo sobre las aguas marítimas, son motivos para la poeta, quien prefiere contemplar cómo la oscuridad se deshilvana bajo su percepción poderosa. La “seria empresa” de la reconstrucción poética permite despojar la angustia de un espíritu permanentemente atento a las transfiguraciones de la realidad. En la poesía de Marian, el mundo y el desencanto son uno mismo. No obstante, el paisaje es la espera de algo nuevo, vital. El asombro y el abismo tejiendo un mismo instante. Al final, siempre a un paso de caer, queda el disfrute de la nada.

“Se dice que Onetti era un sujeto negado a cualquier tipo de empatía. Idea Vilariño ha dicho con resentimiento, que a pesar del profundo amor que sintió por él, nunca llegó a conocerlo, porque el novelista nunca mostró su rostro. “Ni siquiera en sus cartas es capaz de tocar al otro, de comunicarse, de hablar”. No obstante, en su lejanía, Juan Carlos Onetti llegó como pocos a los confines del espíritu humano. A sus pozos más hondos y sus periferias más desoladas”.
Leopoldo Lezama